Capítulo 9
Leila se detuvo un poco frustrada, incluso ella misma se despreciaba un poco. Desde pequeña se acostumbró a detenerse siempre que Rubén se lo pedia, era una costumbre que no podia cambiar, incluso después de siete años.
Una mujer de aspecto exuberante con un camison de seda, mostraba sus curvas perfectas con su generoso escote
Un hombre y una mujer en la habitación, recién salidos del baño y aun en pijamas, no hacía falta mucha imaginación para saber lo que iba a pasar, o lo que ya habia sucedido…
En ese momento, Leila se sintió un poco asqueada ¿Ya Rubén estaba disfrutando con otras mujeres en el hotel justo después de la muerte de Roxana? “Rubén, te he conseguido un poco de diversión” La mujer se acercó a Rubén, casi pegando su pecho a él y con una voz dulce le dijo, “Esa chica que vende condones, parece que necesita dinero. Le dije que compraria diez cajas de condones si aceptaba mostrarnos cómo usarlos. Vaya, es bonita, ¿por qué tiene que vender condones? ¿No seria mejor que se vendiera a si misma? ¿No es eso mejor?”
“¡Fuera!” Dijo el hombre con un tono frio.
A pesar de su audacia, la mujer no queria morir a manos de un hombre
Su jefe le habia dicho que pasara la noche con Sr. Estévez y la recompensa era tentadora, pero no queria morir por un poco de dinero Así que, aunque estaba a la negativa, la mujer recogió su ropa y su bolso y se marcho.
Leila sonno con cierta ironia, recordando cómo ella misma habia sido sumisa ante Rubén
Cuanto más lo amaba, mas humilde se volvia.
Leila sonrió y se giro para irse, pero el hombre la detuvo con una pregunta tranquila acerca del contenido de su mochila: “¿Cuántas cajas hay ahi? “¿Qué? ¿El Sr. Estévez quiere comprarlas todas?” Leila sonrió con sarcasmo.
El hombre se sentó con elegancia en el sofá, tomando una copa de vino tinto de la mesa. El color profundo del vino reflejaba la profundidad de sus ojos Su comportamiento mostraba una elegancia innata.
Tomo un sorbo y levantó una ceja: “Dependerá de cómo te desempeñes.
Este hombre estaba claramente provocando su orgullo, pero Leila se mantuvo calmada y contesto con indiferencia: “La señora de antes dijo que si hacia una demostración, compraria diez cajas Pero Sr. Estévez, hago negocio según la persona, y a usted no le venderia ni una”
Los ojos profundos del hombre estaban llenos de provocación. Le dijo dulcemente: “Leonor, ¿por qué desperdicias una oportunidad tan buena de ganar dinero?”
Leila rio. Cuando sonno, sus ojos se curvaron y sus largas pestañas proyectaron una sombra en sus párpados inferiores. Con ironia, le respondió. “Sr Estévez, su dinero me da asco”
“¿Cuánto tiempo crees que necesitaria para hacerte perder este trabajo, Srta. Cuellar? El hombre dejó su copa de vino y la miró indiferente, como si estuvieran en una conversación casual.
Leila entendió que Rubén la estaba amenazando
Tal vez fue porque ella habia tenido el atrevimiento de decirle ‘vete‘ una vez en el hospital, algo que raramente sucedia en su vida.
Ruben era un hombre rencoroso, eso Leila lo tenia muy claro.
Su rostro pálido se sonrojó levemente, mordió su labio y miró a Rubén, luego comenzó a reir. Su risa tenia un toque de sarcasmo y le respondio. Tal vez tres o cuatro segundos, supongo que es similar a tu desempeño en la cama.“