CAPÍTULO 43. No me voy a ir
Alan estrechó a Michael con fuerza, sintiendo su fragilidad entre sus brazos. Su cuerpo se estremecía llorando y el médico tenía que hacer un esfuerzo por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse de sus ojos. $
-No llores, campeón -susurró dándole una vuelta en el aire-. Ya no llores, ya estoy aquí.
-¡Peo no taba! ¡Yo dije a mami buca, y la mami no buca…! ¡Y yo no veo Pika–pi…! ¡Y la tajeta de día de papi…! -hablaba atropellado y a veces sin sentido, pero Alan se sentó en el suelo
calmadamente para poder oírlo.
-Escucha, campeón, sé que no es fácil, pero ahora mismo no puedo quedarme contigo y con la mami -le dijo con seriedad-. De verdad quisiera quedarme, y lo voy a hacer muy pronto, pero mientras tienes que saber que cada día pienso en ti, que te quiero muchísimo. Los quiero mucho a ti a la mami, y nada ni nadie podrá cambiar eso. Te quiero, hijo. (3)
Volvió a abrazarlo con más fuerza, tratando de consolarlo, pero Michael era un niño demasiado inteligente y percibía las cosas muy rápido.
-To… ¿ya no hay cueto de dolmil? ¿Y e piyama? ¿Y lo tlencito? ¿Y…?
Bastó un minuto para que se diera cuenta de que nada de eso pasaría de nuevo, pero Alan no permitió que se enfurruñara.
-Oye, no voy a poder quedarme a dormir así que los cuentos te los hará la mami por unos días, pero te prometo que vendré a verte pronto y entones te traeré un regalo especial para que puedas hablarme cada vez que quieras ¿te parece?
Mitch asintió con un suspiro porque no le quedaba más remedio, pero Alan le revolvió el cabello y le dio sendos besos en las mejillas.
-No te pongas triste, campeón, te prometo que vendré a verte a menudo, y haré todo lo que esté en mi mano para que estemos juntos de nuevo, los tres–intentó animarlo-. Pero mientras tanto, tienes que portarte bien y divertirte. ¿Por qué estás aquí afuera solito? ¿No te gustan los otros
niños?
-Toy tiste -respondió Michael con un puchero y Alan se encogió de hombros. 3
-¡Pues ya no lo estés! ¡Porque papi está aquí! ¡Y la próxima vez voy a traer todos los trenecitos para que juguemos juntos! ¿Quieres? -le preguntó Alan y lo vio asentir de inmediato. ¡Genial, entonces traeré nuestros pijamas de Pika–pi y jugaremos a los trenecitos, solo hay que decirle a la mami que nos haga espacio!
Durante más de una hora estuvieron juntos, hablando sobre el nuevo jardín de niños, de cómo debía hacer amigos y ayudar a la mami a plantar un huerto de flores para que fuera feliz.
Alan en cierto modo estaba aliviado, porque aquel lugar era agradable y se veía que estaba alejado y tenía seguridad, así que nadie iría a molestarlos allí.
-Oye, ¿y qué pasó con esa tarjeta del día del papi? le preguntó de repente.
-Mmmm… no sé ode ta -murmuró Mitch.
-¿Y si me haces otra? ¿Le podemos pedir a la maestra del jardín de niños que te ayude a hacer otra
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tarjeta y mientras tanto yo voy a ver a la mami?
Mitch asintió emocionado porque iba a dibujarle una tarjeta y cuando eligió la cartulina Alan se dio cuenta que tenía mucho pero mucho para pintar. La maestra lo ayudó encantada y puso a dibujar también a los otros niños para entretenerlos,
-Voy a estar un rato con la mami en lo que terminas esto ¿de acuerdo? -le dijo mientras su corazón se aceleraba en un segundo.
Lo vio asentir y en cuanto notó que se quedaba tranquilo, salió de la guardería directo a la casita que le señalaba la maestra. Era una linda cabañita, al menos lo parecía, pero para él hasta aquellos cincuenta metros de distancia eran demasiados. Así que corrió como loco en dirección a aquella puerta y tocó desesperado.
Su corazón se detuvo al escuchar el sonido de una voz y el de esos pasos suaves que ya conocía bien. Y cuando la puerta por fin se abrió, los dos se quedaron mirándose, paralizados, como si la Tierra de repente hubiera dejado de girar.
Ahí estaba ella, con esos ojos brillantes y una expresión de sorpresa que le daban ganas de quitársela a besos. Alan sintió como si un rayo lo hubiera impactado directamente en el pecho. Tenia un océano de sentimientos que le hacían un nudo en la garganta y cada recuerdo de los momentos felices lo clavaron a aquella puerta, a aquel instante, a los ojos de esa mujer y entonces lo supo: la amaba de una forma en que no había amado antes ni volvería a amar después.
-Alan…
Y eso bastó.
Mar ahogó un grito cuando lo vio cruzar aquellos pocos centímetros y él se la llevó en brazos dentro de la casa, levantándola contra su cuerpo y tomando su boca en un beso urgente y perfecto. Un beso lleno de días oscuros y horas desesperadas, de la necesidad que sentían el uno por el otro y, finalmente, de un amor que ya no tenía caso negar.
Mar lo devolvió con igual intensidad, enlazándose con él, perdida en esas caricias demandantes
que solo hablaban de añoranza. Sintió su lengua explorando su boca y por un momento el deseo los arrastró a los dos. Pero fue solo un instante, porque su mente la traicionó, devolviéndola a la
realidad.
-Alan, no… -intentó retroceder pero él sostuvo su cara entre las manos.
-¿No qué? ¿Que no te bese? ¿Estás loca? ¡Me moriría si no te pudiera besar! -exclamó Alan
rozando sus labios con pequeños besos fugaces- ¿Tienes idea del susto que me diste? ¿Tienes
idea del infierno que pasé estás semanas? No vuelvas a hacerme eso, Mar… por favor no vuelvas a
hacerme eso…
¡Alan, para! -le pidió ella dando un paso atrás y poniendo distancia-. No puedes hacer esto, no… -Respiró pesadamente y cerró los ojos para contener las lágrimas, pero eso ya era Misión Imposible 536-. Le pedí a Kali que te trajera por Mitch…
-¡Y a él ya lo vi, llegué desde hace mucho rato! ¡Pero no estoy aquí solo por Mitch; Mar! ¡Estoy aquí por los dos! ¡Porque los quiero conmigo! -sentenció Alan.
-No sabes lo que dices…
-Sí, sí lo sé, ahora lo sé muy bien -declaró él y a Mar le temblaron los labios al comprender todo
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lo que significaba esa respuesta suya.
-¿Quién…? ¿Kali te dijo?
-No mucho, pero ella tiene razón, soy un médico entrenado, puedo ver las señales, puedo imaginar lo que pasó -respondió.
-Entonces… Entonces entiendes por qué no puedo estar contigo…
-¡No no no no! ¡Tu ya estás conmigo, y estabas conmigo antes de que yo lo supiera, así que no hay ninguna, absolutamente ninguna razón por la que no puedas estar conmigo ahora! -la increpó él tomando sus brazos con un gesto de consuelo. 3)
Las lágrimas salieron de los ojos de Mar y ella siguió negando, no sabía si por vergüenza o por
inercia.
-No es lo mismo… no… no quería que supieras… -sollozó sin poder evitarlo.
-Por eso no me has dejado ver tus cicatrices -replicó Alan y Mar se tensó en un segundo-. No voy a reclamarte por no decirmelo, fue mi culpa por haber obviado cada señal, pero tienes que decirme
ahora, Mar.
-No…
Tienes que decírmelo y no por mí, porque yo no me voy a ir a ningún lado! ¡Tienes que decirmelo por ti, para que puedas soltar toda esa mierd@ y te des cuenta de que sin importar lo que digas, y sin importar lo que haya pasado, sigues siendo una mujer increíble y nadie podrá cambiar eso!
<Mar se soltó de sus manos y trató de alejarse, pero en cuarenta metros cuadrados realmente no
había mucho sitio hacia el que escapar, así que acabó deteniéndose frente a la puerta del cuarto.
-¡No puedo…! ¡No es lo mismo imaginar que saber, Alan, no entiendes…! 2
-Entonces te voy a decir lo que sé -sentenció él dándole la vuelta para que lo mirara a los ojos de una vez por todas-. Sé que no quiero vivir sin ti. Sé que eres mi mujer y que Mitch es mi hijo, y que me dejaría despedazar literalmente por ustedes dos. Sé que los puse en peligro pero lo voy a
resolver y no voy a descansar hasta que ya no tengas que tener miedo de nada ni de nadie. —Alan respiró pesadamente y la pegó a su cuerpo porque lo que iba a decir necesitaba decírselo en la
intimidad de aquel abrazo-. Sé que te amo, Mar o como te llames. Te amo y siempre estaré aquí.
No importa lo que suceda, no me apartaré de ustedes. Así que puedes chillar, patalear y morder,
nena… ¡porque no me voy a ir! 20
esta muy bonita
podrían subir más capítulos por favor