CAPÍTULO 42. ¡Pika–pi!
Alan respiró hondo y dio un paso hacia el podio. La multitud de medios de comunicación se había congregado frente a él como un muro de rostros, cada uno de ellos ansioso por escuchar lo que tenía que decir. Ya ni siquiera estaba nervioso, había perdido lo que realmente no podía perder, así que quería mantener el hospital a flote, pero no iba a llorar por él si las cosas salían mal.
-Buenos días -dijo con voz fuerte y clara- Mi nombre es Alan Parker, represento a la junta de accionistas del Hospital San Cristóbal Memorial, y estoy aquí hoy para sacar a la luz el caso de malversación de fondos del que ha sido victima esta institución.
Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran antes de continuar, y la multitud de periodistas escuchó en un silencio sepulcral mientras Alan relataba lo sucedido.
-Voy a asegurarme de tomar todas las medidas para que se haga justicia, por lo pronto se presentarán cargos legales contra el subdirector Preston, el director Wayland, y su hija Lizetta Wayland por fraude, robo, malversación de fondos y extorsión.
El público estalló en preguntas y Alan sonrió, porque esa era exactamente la reacción que esperaba. Había hecho lo correcto. Pero apenas había acabado de responder la última pregunta de los periodistas cuando su teléfono empezó a sonar. Contestó rápidamente y no se sorprendió al oír la voz de Lizetta al otro lado.
“¿¡Te volviste loco!?” le gritó con la voz tensa por la ira. “¿¡Cómo se te ocurrió acusarme, imbécil!?”
-Pues quizás como a ti se te ocurrió extorsionarme. Soy bueno aprendiendo.
“¡Te pasaste de la raya! ¡Esto no se va a quedar así, te lo aseguro!” gruñó ella.
-Lizetta, creo que es hora de que consigas un trabajo o un marido, porque de mí definitivamente no vas a obtener más dinero, y si ves a tu padre, dile que estoy tras él, dile que casi puedo olerlo, y que no lo dejaré escapar.
Y antes de que le respondiera Alan colgó la llamada porque no tenía ninguna intención de escucharle el berrinche.
No tenía idea de que a menos de setenta kilómetros de allí, Mar veia aquella rueda de prensa en televisión y trataba de calmar a Mitch.
-¡Pika–piiiiiiii! ¡Mami! ¡Pika–pi! ¡Mamiiiiiiii! (6)
-Mitch, por favor, cielo, tranquilizate…
Pero aquello era imposible. Durante dos semanas el niño había estado taciturno y ansioso. Había aceptado entrar al jardín de niños, pero era inútil porque no hablaba con nadie, no hacía amigos, no interactuaba. Había llegado a un punto en que ya no jugaba, ni siquiera solo. Se sentaba junto a una de las verjas del jardín, a la sombra y se quedaba allí por horas, sin mirar siquiera a Mar cuando ella intentaba sacarlo de sus pensamientos. 3
Sin embargo había bastado con que lo viera en televisión para que aquel silencio auto impuesto se rompiera.
-¡Mami…! ¡Buca mami! ¡Yo queddo Lalan! ¡Mami…!
-Mi vida… Alan no puede venir ahora.
-¡Peo yo teno la tajeta! ¡De dia de papi! ¡Y ya fue día de papi! ¡Fue demasiado ayed! ¡Y no se la di! ¡ Mami…! -Los ojos les niño se llenaron de lágrimas y su boquita se curvó en una mueca triste antes de echarse a llorar con tanto sentimiento que a Mar le rompió el corazón. (2
-Ya, mi amor, ya… le pediremos a Alan que venga, por favor no llores que mami se pone triste, mami se pone muy triste, por favor, no llores -le suplicó, pero aun así pasaron al menos cinco minutos antes de que el niño dejara de sollozar.
Mar lo mandó a bañarse para ir al jardín de niños y miró diez veces el teléfono antes de atreverse a levantarlo. No queria molestar a la directora con sus asuntos personales, pero Kali le había dicho que confiara en ella y la llamara si necesitaba algo, y a Mar se le partía el alma de ver a su hijo
llorar así.
“¿Mar, cariño, todo bien?“, preguntó Kali y se quedó con preocupada con aquel silencio lleno de
dudas.
-Kali… lamento molestarte pero necesito un favor, Mitch no está bien, no quiere comer, duerme mal… no se está adaptando a estar aquí y se pasa medio día llorando. Solo quiere ver a Alan así que… bueno… me preguntaba si hay alguna forma de que lo veamos sin correr peligro.
Kali sonrió con suavidad, cerrando los ojos, porque había estado esperando que ese día llegara, solo lamentaba que fuera por el niño y no por ella misma. 1
-Veré qué puedo hacer -le dijo con amabilidad y cinco minutos después estaba marcando incesantemente al teléfono de Alan. Sabía que las cosas no estaban color de rosas para él, pero el niño era lo más importante en aquel momento, ya buscarían la forma de conseguir la seguridad que necesitaban.
Se sorprendió cuando no fue Alan precisamente quien le respondió al teléfono, pero Gus también había trabajado mucho tiempo con la Fundación así que Kali lo conocía y confiaba en él. Confianza que se vio altamente retribuida cuando lo escuchó gritar y patear algo… o a alguien.
-¡Levántate animalito de Dios! ¡Vamos, arriba y al baño! ¡Fuera borrachera! ¡Tenemos que salir! —lo
zarandeó. 6
Alan había llegado directo de la rueda de prensa al sofá de su sala, y Gus había ido tras él porque en aquel estado era capaz de cometer alguna estupidez, como seguir bebiendo y no contestar al teléfono, por ejemplo.
Lo que le siguió fue una olla de agua fría junto con todos los hielos de la nevera y un hombre que se levantaba espantado.
-¿¡Qué demonios, Gus…!? ¿Qué…? ¿¡Te volviste loco!? -lo increpó pero su mejor amigo solo le
enseñó su teléfono.
-La directora de la Fundación Great Soul llamó -dijo y Alan se puso lívido-. Dice que necesita verte urgente, tiene que ver con Mar y su hijo.
Alan perdió el aliento en un instante y al otro estaba corriendo hacia la puerta, pero un zapato de Gus estratégicamente lanzado a su costado lo detuvo. (2)
-¡Al baño, idiota! ¡No es tan urgente que puedas llegar oliendo a chivo! ¡Al baño, ahora! -lo regañó. Alan estuvo a punto de protestar, pero prefirió obedecer aunque solo fuera por cinco minutos. Salió bañado, vestido y medio mojado todavía, pero listo para ir a casa de Kali y Elliot, sin embargo
antes de que llegara a la puerta Gus lo detuvo de nuevo.
-Nos vamos en el Mercedes, que tiene los cristales más oscuros -sentenció, y como Alan no estaba para quejarse por el modelo del auto, simplemente lo siguió.
Salieron de la casa y no tardaron mucho en llegar a la de Elliot Davies, donde ya los estaban
esperando.
-¿Te siguieron? -le preguntó Elliot a Gus y este asintió ante la mirada asombrada de Alan. 1
-Eso parece, pero era lo que esperábamos, así que traje el auto con los cristales más oscuros – respondió Gus que ya se sabía de memoria los protocolos de la Fundación.
-Perfecto, tú y yo nos ocuparemos de despistar a quien sea que los haya seguido y tú -se giró hacia Alan-, Kali te espera en la terraza. Más vale que te apures.
No tuvieron que repetirselo. Alan le dio las gracias a Gus por lo que fuera que haría para ayudar y
corrió a reunirse con Kali.
-¿Qué pasó? ¿Le pasó algo a Mar? ¿Michael…? ¿Cómo están los dos? -la increpó sin darle siquiera tiempo a responder.
-Están bien–respondió Kali tratando de tranquilizarlo. No tan bien como yo quisiera pero están
bien.
-¿Cómo que no tan bien como quisieras? ¿Qué pasó? ¡No me mientas, Kali!
“Acuerdo un cuerno“, suspiró ella al ver lo desesperado que estaba. 5
-Mitch ha estado deprimido porque te extraña mucho le dijo-. Puedes ayudarme a resolverlo pero para eso tienes que hacer lo que yo te diga, cómo y cuándo yo lo diga, Alan. ¿Entendido?
-¡Lo que sea, yo hago lo que tú quieras, pero déjame ver a mi chiquillo! 4
Él asintió con vehemencia y ella señaló a una camioneta que estaba en la parte de atrás de la casa
-Jackson te está esperando -le advirtió-. Ve a cuidar de tu chiquillo pero no presiones a Mar porque te juro que será la última vez que te dejo ir. ¿Estoy siendo clara?
-¡Como el agua, jefecita! -exclamó Alan dándole un beso en la mejilla a modo de agradecimiento y corrió hacia aquella camioneta, que se escabulló entre el tráfico diez segundos después.
Estaba tirado en el suelo de la camioneta para que nadie pudiera verlo, mirando al techo oscuro y sin saber a dónde iba, solo sabía que el corazón le latía desenfrenado en el pecho, y no pararía hasta que, poco más de media hora después, la puerta se abriera frente a aquella villa.
Jackson señaló a una de las terrazas y aún a lo lejos Alan lo vio, sentado en una raíz y hurgando el suelo con un palito, sin hacer nada más.
-¡Pika–piiiiiiii!-le gritó sin poder contenerse y lo vio levantar la cabeza buscándolo. 7
Y entonces no hubo reja, árbol o humano que pudiera interponerse.
-¡Lalan! ¡Lalaaaaaannnnn! -gritó Mitch corriendo hacia él y Alan saltó aquella verja para
alcanzarlo y levantarlo en brazos. ¡Lalan, Lalan…! 9
-¡Pika–pi! ¿Cómo estás? ¿Cómo estás mi chiquillo? preguntó intentando aguantarse las lágrimas para no asustarlo, pero era imposible.
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CAPITULO 42 ¡Pika–pi!
CAP)
-¡Te tañé! 6
-¡Yo también te extrañé, campeón! ¡Yo también te extrañé mucho! -murmuró besando su cabeza –. Los extrañé mucho a ti y a la mami. ¡Te quiero mucho, hijo! ¡Te quiero mucho! 33