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Capítulo 965
Esther estaba feliz, porque al llegar a la estación de metro, podría librarse de él.
Echó un ojo a las condiciones de la carretera en ambos lados y luego subió a la acera, acelerando a propósito para intentar librarse de Leonardo.
Justo cuando estaba a punto de llegar al otro lado de la calle, un coche salió disparado, acelerando hacia ella.
Cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde para reaccionar, de repente una gran figura se abalanzó sobre ella, protegiéndola detrás de él.
Aun cuando ese hombre la protegía, tenía miedo de presionar su estómago, así que cuando cayeron, giró a propósito para que ella cayera sobre él.
Luego escuchó el sonido de un frenazo y el gruñido de Leonardo, afortunadamente no sucedió nada serio.
Esther se recuperó, la primera cosa que notó fue la matrícula del coche que se había dado a la fuga, era un coche pequeño gris.
Luego miró a Leonardo debajo de ella, se levantó y preguntó: “Sr. Ibarra, ¿está bien?”
Él también se levantó, su primera reacción no fue comprobar sus heridas, sino acariciar la cabeza de Esther para calmarla, “Estoy bien. No puedes ser tan descuidada en el futuro“.
Esther lo miró, a pesar de estar cubierto de polvo, solo se preocupaba por ella Eso le hizo sentir calidez en su corazón, luego se agachó para ayudarlo a levantarse.
Su ayuda sorprendió a Leonardo, se levantó, pero no pudo apoyar su pie derecho.
Ella era muy observadora, notó el problema de inmediato, frunció el ceño y preguntó: “¿Te golpeó el coche en el pie?”
Su hermano negó con la cabeza, “No importa, siempre y cuando tú estés bien.”
Esther se quedó sin palabras, sin saber qué decir.
Leonardo no le dio importancia a su pie, cojeó unos pasos, paró un taxi, luego se volvió hacia ella y dijo: “Sube, primero te llevaré a la casa de la familia
Gómez.”
Ella asintió, luego entró al taxi.
Una vez dentro del taxi, Leonardo le dio al conductor la dirección de la familia Gómez
Pero Esther cambió el destino, “Señor, ¿podría llevarnos al hospital más cercano, por favor?”
Leonardo se quedó atónito, luego la miró, “Estoy bien, no necesito ir al hospital.”
Ella frunció el ceño, mirando al frente, “Sería mejor que fuéramos al hospital para revisarlo, no quiero deberle nada.”
Él sonrió resignado, Te debo a ti, no te reconocí antes, además muy tan grosero contigo, lo siento.”
Esther miró a Leonardo, sus ojos llenos de venas rojas, sintió un poco de amargura, luego miró por la ventana a la calle y dijo fríamente: “En ese momento no sabías quién era yo, es comprensible que fueras grosero conmigo.”
Leonardo la miró con cariño, “¿Así que me perdonaste?”
Ella no dijo nada, “Primero vayamos al hospital para ver si tu pie está bien.”
Leonardo sonrió, “No importa. Mientras estés dispuesta a hablar conmigo, no me importa si me lastimo.”
Esther frunció el ceño, le echó una mirada molesta, “Más te vale cuidarte, no quiero tener que cuidarte por el resto de mi vida”
Él acarició la cabeza de su hermana con cariño, “No te preocupes, estoy bien. Incluso si algo me pasa, no te haré cargar con eso, ni te haré cuidarme, siempre que estés dispuesta a visitarme de vez en cuando, estaré muy feliz.”
Esther se quedó sin palabras