Capítulo 384
Al ver la cara asustada de José, Irene mostró una pizca de satisfacción en su rostro, reafirmando:
*¡Así es, como lo oiste, yo soy la verdadera Sra. Gómez! ¡Ustedes, los sirvientes, deberian obedecerme!”
José, que normalmente es tranquilo y sereno, de repente se rio al ver a Irene hablando con tanta confianza.
Los demás sirvientes que estaban alrededor tampoco pudieron evitar soltar una carcajada.
Irene se sintió incómoda por las risas, frunció el ceño y gritó: “¿De qué se rien? ¡Todo lo que dije es verdad!”
José logró contener su risa, aclaró su garganta, volviendo a su habitual compostura y cortesia.
“Lo siento, si aún no has despertado, en el primer piso de la casa de los Gómez hay algunas habitaciones de huéspedes, ¿podrías elegir una y tomar un descanso?”
“Tu..”
Viendo que José no le mostraba ningún respeto, Irene se sintió enfadada e impotente, “¡Bah, no tengo tiempo para explicarle a ustedes, tontos sirvientes! Pronto se arrepentirán!”
José y los demás sirvientes no se sintieron amenazados, miraban a Irene con una actitud indulgente como si estuvieran cuidando a alguien con problemas mentales.
Irene apretó los dientes de rabia, levantó la cabeza y miró a Esther, que estaba en el segundo piso con una expresión indiferente:
“Esther, baja ya! ¿Cuánto tiempo más vamos a tener que esperarte aqui abajo?”
“José, ve abajo con los demás. Yo sola puedo recibir a mi ‘familia“.
Esther bajo las escaleras lentamente.
Jose estaba un poco preocupado, “Esto…”
Siempre tuvo la sensación de que los familiares de la Sra. Gómez no eran amigables ni cercanos a ella, por lo que le preocupaba que pudieran abusar de ella si la dejaban sola.
Esther vio la preocupación de José y sonrió: “No pasa nada, no pueden acosarme“.
José asintió al final.
Obedeció respetuosamente a Esther, se retiró con los otros sirvientes, dejando solo a algunas criadas en la sala de estar
Sin nadie en medio, Irene se acercó rápidamente y levantó la mano para darle una bofetada a Esther, ¡para aliviar su frustración!
Esther estaba preparada y atrapó su muñeca con precisión, “¿Por qué siempre quieres golpear a la gente cuando los ves? Si la gente te ve tan feroz, ¿quién querrá casarse contigo?”
¡Irene no pudo liberar su mano!
No le importaba lo que Esther pensara, pero sus palabras golpearon justo donde más le dolia.
Esta era la casa de los Gomez, si su comportamiento grosero llegaba a oidos del Sr. Gómez, podria dejar una mala impresión y afectar
la armonia de su futura relación matrimonial. Por lo tanto, es mejor mantener una imagen de dama.
Con eso en mente, Irene decidió dejar a Esther en paz por ahora y tratar con ella cuando tuviera la oportunidad.
Irene retiró su mano con disgusto y la sacudió: “Papá está en la sala de estar esperándote, tiene algo que preguntarte. Ve ya!”