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Capítulo 1050
Toda esa situación a Verónica le causaba nauseas, asco, ¡lo que menos podía soportar era ver a esas chicas que se las dan de importantes!
Josefina respiró hondo y sonrió: “Está bien, Sr. Fierro, ya que este era el caso, ¿puedo reservarle un hotel cercano?“.
Sergio le respondió con una sonrisa. “Si, gracias.”
Josefina dijo, “No hay problema, era lo menos que puedo hacer.”
Después de eso, Josefina salió a hacer la reserva. Podría haberlo hecho por internet, pero no quería descargar la aplicación y además queria tomar un poco de aire para calmarse.
Después de que Josefina salió, Esther tomó el cuchillo de fruta que Jimena acababa de pelar una manzana y se lo arrojó a Sergio
Sergio no se movió, el cuchillo rozó su oreja y se clavó en la pared…
La chica en sus brazos se asusto.
Verónica también se asustó, con los ojos bien abiertos. ¿Desde cuándo Esther sabe lanzar cuchillos?
Sergio abrazó a la asustada chica en sus brazos y sonrió, “Jefa, ¿eso no es muy amable de tu parte? Si me hubieras herido, también te hubiera dolido, ¿verdad?”
Esther se frotó la sien, impaciente. “Vete! ¡Deja de molestarme!”
Sergio se encogió de hombros, ayudó a la chica a ponerse de pie y se inclino respetuosamente hacia Esther. “Está bien; nos vamos, deja a Jimena aqui contigo.
¿Sabes si la secretaria ya reservó nuestra habitación?”
Después de que Sergio se fue con la chica que parecia frágil, Verónica miraba a Esther con el ceño fruncido y preguntó con algo de miedo, “¿Siempre eres tan temperamental, Esther? ¿Siempre lanzas cuchillos cuando estás molesta?”
Esther levantó una ceja y la observaba. “¿Qué? ¿Recién te das cuenta?”
Verónica frunció el labio con un poco de arrogancia. “Sé lo peligrosa que eres!”
Después de todo, la primera vez que se conocieron, Esther le metió la cabeza en el inodoro…
Por supuesto, también fue porque ella comenzó el incidente.
Pero, ¿no es un poco violento lanzar cuchillos?
Esther la miraba con indiferencia. “Entonces por qué preguntas?”
Verónica preguntó con algo de preocupación, “No vas a ser violenta con mi hermano, ¿verdad?”
Esther se sorprendió, levantó la cabeza y la miraba con ojos sutiles, y después de un momento de silencio dijo: “¿Crees que puedo vencer a tu hermano?”
Verónica pensó por un momento, “Tienes razón! ¡Definitivamente no podrias vencer a mi hermano! Pero, él nunca golpearia a una mujer, ¿qué pasaría si te aprovechas de eso para ser violenta con él?”