Capítulo 135
En el fuselaje del avión estaban plasmados dos nombres que para Leila eran más que familiares: “Leonor & Rubén“.
Karl estaba al lado de Leila, acompañándola con respeto mientras miraba el avión. Recordó cómo el Sr. Estévez, sin dudarlo, habia elegido esos dos nombres para la aeronave.
Karl suponia que Leila se detendría un poco más para contemplar el avión, emocionada. Pero ella fue tan fria como si nada hubiera pasado, y simplemente se giró y salió caminando.
Karl siguió a Leila, sintiéndose un poco incómodo. Protegida por su guardaespaldas, Leila se dirigió hacia una camioneta negra.
Leila se volteó hacia Karl: “¿Y Rubén?”
Justo cuando terminó de hablar, se escuchó una voz emocionada detrás de Leila: “Mamá Laila! ¡Te extrañé tanto!”
Mientras Leila se quedaba sorprendida, el adorable Izan, redondo como una bola, corrió hacia ella y…. la abrazó por las piernas.
Después de la sorpresa inicial, Leila se agacho y acarició con amor la suave cara de Izan. Aunque solo habian pasado unos dias desde que se vieron por última vez, Leila se sorprendió de cuánto lo había extrañado.
“¿Por qué estás aqui?” Preguntó Leila.
“¡Porque hoy es sábado, no tengo que ir al colegio!” Izan respondió con una expresión tan seria e inocente que Leila decidió no seguir preguntando.
Kari ayudó a Leila a abrir la puerta del auto y dijo: “Por favor, vaya al Palacio Radiante a esperar un momento. Cuando el Sr. Estévez termine con sus tareas, le devolverá sus pertenencias de inmediato“.
Rubén nunca tuvo la intención de darle a Leila una oportunidad para escapar, ya que había dos guardaespaldas robustos al lado del auto.
Finalmente, Leila se subió al auto, y la persona más feliz fue Izan. Izan se quedó pegado a ella todo el camino. El mismo Izan que antes la llamaba ‘mamá Laila“, ahora le decía: “Mamá, ¿puedes llevarme contigo la próxima vez que vayas de viaje?”
“La próxima vez que tenga la oportunidad, te llevaré conmigo, pero tienes que prometerme algo“, dijo Leila mientras acariciaba el pelo de Izan.
Izan asintió con entusiasmo: “Vale! ¿Qué tengo que prometerte?”
“Tal vez tu madre biológica se ponga triste si me llamas mamá, así que… ¿Qué te parece si me llamas simplemente Leila?”
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“Mamá, ¿qué dijiste justo ahora?” Izan levantó la cabeza y preguntó a Leila con una expresión inocente.
Leila respondió pacientemente: “Dije que si me llamas mamá…”
“No, la frase anterior a esa“.
Leila pensó por un momento: “La próxima vez que tenga la oportunidad, te llevare conmigo, pero tienes que prometerme algo“.
“No está bien“. Izan le mostró a Leila sus dos adorables colmillos.
Izan, con su espiritu travieso, hizo que Leila se echara a reir. Miró a Izan y tardó un buen rato en pensar lo que quería decir.
Finalmente, Izan le dijo: “Mamá, prometiste casarte con mi papá cuando haya alguna tormenta. Mi maestra dice que no se puede mentir”
Esa promesa fue solo un comentario a la ligera porque Izan le tenía miedo a las tormentas. No esperaba que se lo tomara en serio.
Leila miró a Izan con resignación y dijo: “Tu mamá biológica es la ex esposa de tu papá. Tu papá la ama mucho. Estoy segura de que se casaran de nuevo, así que tendrás una mamá que te amará mucho“.
“¡Eso quien lo dice! Mi papá es un inútil. La última vez que mi mamá y mi papá vivieron juntos, incluso me echaron de la casa, y mi papa aun asi no pudo retener a mi mamá” Aunque Izan era pequeño, parecía que lo sabia todo.
Leila no sabia cómo explicarle la situación a Izan. Se decía a sí misma que Izan lo entenderia cuando creciera y que no tenia sentido explicarle más ahora. En cuanto a lo de llamarla mamá, ya aprendería a cambiarlo con el tiempo.
Izan y Leila volvieron juntos al Palacio Radiante. Ese dia, en Valle Nubiria había llovido.
Izan estaba tan emocionado que se cayó al salir del auto sobre la carretera mojada.
Siendo un niño muy limpio, Izan se fue directo al baño apenas llegó a casa. Mientras corria, le gritó a Begoña, “Begoña, traeme ropa, por favor
Begoña, riendo, preparó ropa nueva para Izan. Leila estaba sentada en la sala. No podía escapar de tantos guardaespaldas. Leila tomó la ropa de Begoña y le dijo. “Yo se la llevaré a İzan‘
Vera Leila de regreso en Palacio Radiante hizo muy feliz a Begoña. No supo que Izan era el hijo biológico de Leila hasta después de que Leila y Rubén se divorciaron, asi que cuando Leila se ofreció a llevarle la ropa a Izan. Begoña aceptó con una gran sonrisa.
Begoña no preguntó por qué Leila se había ido antes, solo la via subir las escaleras hacia la habitación de Izan.
El ruido del agua seguía sonando en el baño. Leila, sosteniendo la ropa en una mano, golpeó la puerta con la otra.
Creía que era Begoña afuera, Izan respondió contento, “Adelante!”
Leila abrió la puerta y entró. Cuando Izan vio a Leila en la entrada, pensó que estaba alucinando, Parpadeó varias veces, luego de repente grito y se cayó en la bañera
Capitulo 135
Leila, pensando que se había resbalado, dejó la ropa rápidamente y fue a ayudarle, levantándolo de la bañera.
Con Izan en sus brazos…
“Mamá Laila, cierra los ojos!” Izan intentó cubrir los ojos de Leila con su mano.
Leila estaba confundida, “¿Por qué?”
“Solo ciérralos!”
Leila, resignada, cerró los ojos, luego le dijo a Izan, “¿Cómo te voy a sacar de aqui con los ojos cerrados?”
“¡Bajame!” Izan le ordenó un poco angustiado.
Leila con cuidado lo dejó en el suelo.
Luego oyó a Izan decir, “No puedes abrir los ojos todavia!”
Leila no estaba segura de lo que Izan estaba haciendo, pero siguió sus instrucciones y mantuvo los ojos cerrados, preguntó con preocupación, “No vas a entrar de nuevo en la bañera, ¿verdad? ¿Qué pasa si te ahogas?”
“Nado muy bien, como mi mamá!” Le oye decir a Izan.
Luego Leila escucho a Izan decirle, “Ahora puedes abrir los ojos.”
Leila miró hacia abajo a Izan al abrir los ojos.
Vio que Izan estaba envuelto en una toalla azul oscuro, desde sus axilas hasta sus piernas. Sus pequeñas manos regordetas agarraban la toalla firmemente, temiendo que se cayera accidentalmente.
El miró a Leila con sus ojos tiernos, “Mamá, no deberias entrar a mi baño sin avisar, ¿entiendes?”
Leila se rio, “Deberias llamarme Leila!”
“Oh, mamá Laila.”
Leila no pudo evitar reirse. Su rostro estaba lleno de afecto. Se agachó para mirar a Izan, “Los niños no se envuelven la toalla asi, ¿sabes?”
“¿Y cómo deberia hacerlo?” Izan miró a Leila con una expresión curiosa.
Al ver la piel suave de Izan, Leila sintió un calor en su corazón. Ajustó la toalla de Izan y dijo, “Las niñas se envuelven la toalla alrededor de la parte superior. Los niños solo necesitan envolverla alrededor de la cintura)
Al escuchar sus palabras, Izan de repente se puso triste, “Prefiero envolverme desde arriba!”
“¿Eh?” Leila penso que no había explicado bien. Estaba a punto de volver a explicarlo cuando…
Escuchó a Izan decir, “No tengo… no tengo los abdominales de Rubén…
Izan hizo un puchero, miró su barriguita y luego miró a Leila con inocencia
Leila se rio y extendió la mano para tocar su barriguita, “¿No es esto tu cintura?”
“Pero… pero no tengo… ¿No te molestará, mamá Laila?”
Leila no pudo evitar reir. Así que Izan le habia pedido que cerrara los ojos porque estaba avergonzado.
Ella miró a Izan con seriedad y dijo: “Claro que no me molesta. Tu pancita redonda es tan adorable. ¿Qué tiene de bueno los abdominales de Rubén? Son duritos, no son nada cómodos al tacto“.
Al escuchar esto, Izan levantó la cabeza sorprendido y le preguntó a Leila con emoción: “¿Entonces prefieres mi pancita redonda o los abdominales de Rubén?”
Sin dudar, Leila respondió: “Por supuesto que prefiero tu pancita redonda
Al escuchar esto, Izan se rio alegremente: “Debe ser porque soy más joven que Ruben!”
Leila pensaba que, si Rubén escuchaba esto, su cara se pondria pálida….
Al escuchar lo que Leila dijo, izan le entregó generosamente su toalla: “Mama Laila, ¿me puedes ayudar a ponerme la toalla?”
Leila recibió la toalla con gusto, ayudó a izan a ponersela y luego le sonrió y le dijo: “El color de esta toalla te queda muy bien! Pero creo que, si te pusieras una toalla blanca, serias aún más adorable“.
“Mamá Laila, ¿me puedes comprar una?” La expresión de Izan se tornó un poco triste de repente. Miró a Leila ‘El cepillo de dientes que me compraste la última vez, lo perdi por accidente…”
“Claro“, dijo Leila con una sonrisa
“Mamá Laila, puedes salir ahora. Puedo vestirme solo“.
Leila acarició suavemente la cabeza de Izan y luego salió de la habitación
Lella se sentó en la habitación de Izan, esperando a que saliera vestido. De repente, el teléfono de Izan sond
Leila dudó un momento, luego respondió al teléfono
Inmediatamente, la voz inquisitiva de Rubén llegó del otro lado del teléfono¿Has visto a tu madre?”
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Leila estaba a punto de hablar, pero escuchó a Rubén añadir: “Papá hizo enojar a mamá. Necesitas decirle algunas palabras amables por mi“.
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