Capítulo 554
Sebastian Sagel agarró el agua templada que estaba a su lado y tomó un trago.
“Miguel Sagel y su hijo son personas impulsivas, nunca están tranquilos, por eso él educó a un fracasado como lo es Nacho Sagel. En cambio, la familia de mi tio Ernesto Sagel todavía está observando, quién sabe qué están planeando”
Fausto Mena lo miró, no pudo evitar recordarle: “Antes, no importaba qué pasara, siempre estabas bien, pero esta vez estás gravemente herido porque tienes a alguien que te importa, ella podria convertirse en tu debilidad, incluso muy pronto, tus enemigos sabrán que ella es tu debilidad. Sebas, cuando eramos jóvenes y estábamos en el ejército, el instructor nos enseñó a no dejar que nadie conozca nuestras debilidades, parece que te importa demasiado esa mujer.”
Aquel dia Fausto habia estado mirando profundamente a Gabriela de La Rosa, por lo que tenía un presentimiento – esa mujer tenía que irse.
Ellos, que venian de familias poderosas, no podian darle demasiado valor al amor.
Pero hacerle daño a esa mujer, en ese momento que Sebas estaba obsesionado con ella, podria tomper su amistad.
Fausto era el más despiadado entre ellos. Antes, Sebastian era tan despiadado como él, ambos eran como lobos, Sebastián era el lobo audaz y Fausto el lobo pensativo
Fausto continuo: “Ya le pregunté a Penny, no quiere divorciarse, incluso está pensando en quedar embarazada, probablemente planea tener un hijo.”
En realidad, Fausto no le habia preguntado, pero dijo eso a propósito para hacer que Sebastián abandonara a esa mujer. En pocas palabras, esa mujer no era adecuada para entrar en su mundo.
Como era de esperar, Sebastián frunció el ceño: “Dices que planea tener un hijo?”
“Si, en las familias poderosas siempre se insta a tener hijos, lo mismo ocurre en las familias normales, si una mujer no tiene hijos, su posición es
inestable.”
El pecho de Sebastián comenzó a subir y a bajar violentamente, Fausto vio su reacción, sabia que estaba haciendo lo correcto
Una debilidad inapropiada necesitaba ser eliminada tempranamente. De lo contrario, cuando se convirtiera en un dolor que no se pudiera eliminar, seria demasiado tarde.
Sebastian se volvio frio.
Después de que Fausto se fuera, Sebastián se quedó solo en la habitación del hospital durante media hora. Luego llamó a Gabriela
Gabriela ya estaba durmiendo, recientemente estaba ocupada con los asuntos de la Corporación de La Rosa, estaba cansada.
“Sr Sagel” Dijo adormilada.
“Ven a verme
Gabriela miró la hora, ya eran las once: “Sr. Sagel, ¿qué tal si voy mañana?”
“Ahora, no olvides por quien resulté herido.”
Gabriela no supo qué decir, por lo que se levantó y se vistió. Ya podia estirar la mano y agarrar cosas, pero no podía hacerlo con mucha fuerza, condujo sola hasta el hospital.
Cuando llegó a la puerta de la habitación de Sebastián, sintió un frio que venía de la rendija de la puerta. Temblaba un poco.
Sebastián la vio venir, hizo un gesto con la mano. Gabriela se acercó, en un instante su barbilla fue apretada por él. Observó detenidamente esa cara, en ese momento, tuvo un fuerte impulso de hacerle daño
“Sr. Sagel, me duele”
“Ah, si?”
Se bajó de la cama, la giro para que le diera la espalda, apoyándose en la barandilla de la cama.
Gabriela al ver la situación, entendió sus intenciones Inmediatamente comenzó a resistirse: Todavia no estás completamente recuperado, hablemos
de esto la próxima vez.”
Pero Sebastián ya le habia levantado la ropa: “Me debes una vez, lo haremos cuando yo quiera.”
Gabriela seguia resistiéndose, pero cuando escuchó que mencionó que le debía una vez, de repente dejó de resistirse
Sebastián la abrazaba por la cintura, plantandole besos en el cuello, y al sentir que su resistencia se desvanecia, se sintió algo molesto. Como si ella también esperara que esa décima vez terminara rápido para que ya no tuvieran nada que ver el uno con el otro.
Logró mantener a raya sus impulsos, de repente se volvió frio y la ayudó a arreglarse la ropa.
Gabriela se veía desconcertada, luego escucho que él le preguntaba: “Volverás a acostarte conmigo después de estas diez veces?”
Gabriela no respondió, y con eso Sebastian entendió. Volvió a acostarse en la cama, con las manos apoyadas detrás de el, mirandola con indiferencia: “¿Ya no quieres estar conmigo?”
Ya estoy casada,”
“¿Tu marido te puede satisfacer tanto como yo?”
La parte de su pecho que se asumaba desde de su bata de hospital estaba cubierta con vendas blancas. Aunque se vela despreocupado cuando dijo eso, sus ojos tenien un aire de agresividad.
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Capitulo 555