Capítulo 228
Gabriela soltó esas palabras y escuchó el sonido de la lluvia afuera
Ramón acababa de salir de la cocina, vib la lluvia y sonrió: “Después de esta lluvia, habrá muchos hongos frescos en la noche
Parecia que Ramón realmente amaba el campo, se acercó al sofá, se sentó y habló sobre lo que se podía encontrar alli, rompiendo el ambiente tenso de un
momento atrás
Mientras tanto, la lluvia afuera se hacia más fuerte, hasta convertirse en un aguacerely la visibilidad në redujo inmediatamente, pamcía que el cielo se había oscurecida.
En un campo asi, el mal tiempo era aterrador, por lo que Ramón dija
“He pedido a los sirvientes que les preparen algunas habitaciones, quédense esta noche, nadie debería irse, ahora es demasiado peligroso conducir y no sabemos si hay deslizamientos de tierra ”
Al terminar, miró especialmente a Gabriela.
“Penny, ya que viniste con Sebas, quedate también, no me siento tranquilo si se van en coche
Gabriela no tenia derecho a negarse, si decía que quiere irse, pero Sebastián elegia quedarse, entonces ella tendria que caminar sola bajo la lluvia
Asi que vio a Sebastian
Sebastian se froto la frente con la mano, un poco resignado, “Entonces to tomare la palabra, disculpa las molestias”
“No es molestia ya te has quedado aqui antes
A un lado, los ojos de Isabel se iluminaron, finalmente escuchó un tema en el que podia meter baza y dijo apresuradamente.
“Si en aquel entonces Sebastian era pequeño y vino con el Abuelo Sagel, Ciudad Santa Cruz aún no tenia carreteras pavimentadas, el Sr Sagel venia aqui de vacaciones, justo cuando nos encontramos
A un lado, Ramón no pudo evitar regañarla, “Siempre eres asi de descortés, te dije que llames a Sebas por su apellido, pero cuando lo ves, lo llamas por su
nombre
Isabel hizo un mohin. “Así no me tratara como a una niña”
Gabriela finalmente entendió que antes de enfermarse, el Abuelo Sagel, al igual que Ramón, amaba el monte
Probablemente cada año, cuando habia hongos silvestres en el monte, el Abuelo Sagel vendna, seguramente trala a Sebastián, que aún era menor de edad y por eso conocieron a Ramón, después de eso habían mantenido contacto durante años.
Hablando hasta despues de cenar, Gabriela siguió al sirviente hasta la habitación donde se alojaría esa noche.
La villa entera tenia un diseño europeo, su habitación y la de Sebastián estaban en el mismo pasillo, eran opuestas y solo había unos pocos metros de distancia
entre las puertas
Para cualquier mujer siempre era dificil quedarse en casa de otros, pues se enfrentaban a varias incomodidades, el mayor problema era la falta de ropa para
cambiarse
Originalmente pensaba que iria de visita durante una o dos horas y luego regresaria al hotel, por lo que no tenia ropa para cambiarse en ese momento
Habia un baño privado en la habitación y vanos articulos de aseo, lo que la hizo sentir aliviada, al menos podia darse un buen baño.
La noche anterior en el hotel, debido al insecto negro, durmió en una silla toda la noche, ahora simplemente se sentia agotada.
Este lugar era muy limpio, lleno del aroma de la madera, todos los muebles estaban hechos de madera de cerezo.
Gabriela se sentia muy relajada, se quito la ropa, se lavó un poco con el jabón de la habitación y luego la tiro en la canasta de al lado. Planeaba lavar la ropa despues de bañarse y secarlas con el secador de pelo.
Sin embargo, despues de estar sumergida durante unos veinte minutos, justo cuando estaba a punto de secarse con una toalla, escuchó un golpe en la puerta.
Periso que era uno de los sirvientes, asi que casualmente se envolvió en una toalla azul claro, seco su cabello con el secador de pelo y abno la puerta.
Pero, quien estaba parado afuera no era un sirviente, sino Sebastian
El dedo de Sebastian todavia estaba suspendido en el aire, al ver su cabello ligeramente húmedo y las mejillas un poco rojas por el baño, sus pestañas temblaron ligeramente
Gabriela también se quedo quieta, levanto la vista hacia el y tardo unos segundos en reaccionar intentando mantener la çalma
“¿Que pasa, Sr. Sage!?”
Su piel era extremadamente suave, con un tono rosado por el calor sus ojos llenos de ondas lo velan fjamente.
Verla en ese estado, provocaba en él una ternura irresistible