Capítulo 117
Con cuidado, apoyándose en la puerta del carro, Gabriela se sentó lentamente.
Sus rodillas y tobillos dolian tanto que era insoportable, pero logró soportarlo, manteniendo una actitud fuerte y de cortesia hacia Sebastián.
“Disculpe, Sr. Sagel.”
En el aire se percibia un ligero olor a sangre.
Después de decir eso, preocupada por interrumpir el trabajo de Sebastián, se sentó silenciosamente en una esquina.
Desde que se sentó en el carro, la mirada de Sebastián se quedó en su rodilla.
Su rodilla todavia sangraba, con una larga herida, y su tobillo estaba rojo e hinchado.
Si hubiera sido otra mujer, probablemente ya habría perdido el control de su expresión debido al dolor.
El carro pasó rápidamente por donde estaba Rocio. Debido a la prominencia de Coco, Sebastián la vio de inmediato.
No pudo evitar preguntarle a Gabriela, “¿Adónde ibas tan apurada?”
La última vez que la vio, parecia muy apegada a ese cachorro. ¿Cómo es que hoy de repente entregó al perro a Rocio y corrió en otra
dirección?
Además, Gabriela aún no había respondido a su pregunta, ¿vivia allí?
Pero, ¿no estaba su apartamento bastante cerca de allí?
Gabriela sabia que Sebastián no estaba claro acerca de su identidad, así que rápidamente se calmó y dio la misma excusa que antes.
“Esa calle es muy bonita, muy buena para pasear al perro, pero yo no vivo alli. Se dice que las villas alli son muy caras.”
Sebastián entrecerró los ojos. ¿Alquilar?” preguntó.
Aunque sabia que los precios de las viviendas habian subido en los últimos años, Gabriela ganaba bastante con sus tarifas de diseño Habia estado trabajando durante tantos años, no debería necesitar alquilar
Además, ella y su esposo habian estado trabajando duro juntos, deberian poder pagar la cuota inicial.
“Justo vi su carro, Sr. Sagel, no pensé que estaria en este lugar.”
Gabriela cambió de tema y comenzó a preguntarle a Sebastián.
“Hmm.”
Sebastián no dijo mucho, no quería hablar más sobre la mujer del Chalet Monte Verde.
Ya estaban llegando al hospital. Gabriela abrió la puerta del carro e intento salir cojeando, pero su pie dolia tanto que intentó varias veces ponerse de pie y no pudo.
Raras veces se encontraba en momentos tan incómodos. Tomo aire, ignorando la herida en su rodilla e intentó salir directamente del
carro.
El dolor aumentó y su cara cambió de color, pero aun así, se mantuvo de pie y sonrió a Sebastián.
“Gracias Sr. Sagel.”
Sebastián la vio decir esto y luego cojeó hacia la entrada del hospital
Esta mujer, incluso en momentos dificiles, nunca pide ayuda, es tan teica.
Se frotó las cejas, pensando que era un poco gracioso. No tenía por qué preguntarle si necesitaba ayuda, su tiempo era valioso y
nunca había sido tan entusiasta
“Álvaro, maneja”
Álvaro estaba sentado en el asiento delantero, pensando que al menos saldria a ayudaria, pero al escuchar esto, simplemente piso el acelerador
Gabriela entró sola al hospital, se vendó las heridas y salió con un bastón proporcionado por el hospital, estaba un poco cansada.
Aún tenía que asistir a una fiesta esta noche, pero en su estado actual, ¿podría ir?
Abuelo Sagel planeaba presentaria a otros en su círculo esta noche. Si ella fuera así, probablemente solo lo pondría en una situación incómoda.
Gabriela lamentaba un poco, no debería haber estado tan ansiosa por volver a ver a Sebastián.
Llamó a María y le pidió que enviara a alguien a recoger a Coco, mientras pensaba en cómo aliviar el hinchazón de su tobillo.
No se había lastimado el hueso, pero debería resistir la tentación de usar tacones altos.
Ella se apuro a coger un taxi y volvió a Chalet Monte Verde.
Maria se asustó al verla en ese estado.
Coco ya estaba encerrado en la habitación trasera.
*Señorita de La Rosa, ¿no tienes que ir a la mansión de la familia Sagel esta noche?”
“Maria, ¿podrías conseguirme un poco de hielo para poner en mi pie? Un par de horas deberian ser suficientes, luego tendré que empezar a maquillarme“.
Maria no tenia otra opción, así que se apuró a buscar hielo.
“Sr. Sagel se fue muy enojado. Señorita de La Rosa, van a tener que vivir juntos, no pueden seguir así“.
Gabriela no necesitó adivinar para saber que Sebastián estaba muy enojado, después de todo, le había dejado plantado dos veces seguidas.
Ella suspiro mirando su tobillo.
¿Cuánto más podria evadirlo?
Esta noche en la fiesta, no podría seguir escondiéndose.
Tendria que enfrentar su ira tarde o temprano.