CAPÍTULO 39. Era ella
Alan se llevó las manos a la cabeza porque no necesitaba que ella despegara los labios para saber su respuesta. En toda la expresión de Kali reflejaba que no le diría dónde estaba Mar. Pero finalmente la directora de la Fundación Great Soul pareció calmarse y suspiró con frustración.
-Era ella. La persona por la que estuve localizándote desesperadamente hace unos meses era ella -le explicó mientras Alan se quedaba mudo de la impresión. Cuando llegaron a una de nuestras clínicasen Nueva York, Mar estaba muy mal, estuvo tres días inconsciente, tuvimos que pelear duro para salvarla… Luego no quiso hablar de lo que había pasado. Por la… -Kali pasó saliva para darse valor-, por la revisión médica y la gravedad de las lesiones, pudimos inferir lo que había sucedido, pero realmente ella no nos dijo nada. Lo único que sí sabemos es que el niño lo vio todo.
-Mitch… -Alan sintió un nudo en la garganta mientras las lágrimas le salían sin que pudiera evitarlo. Aquel niño se había robado su corazón desde el primer día porque desde el primer día había visto su tristeza y lo mucho que necesitaba seguridad y afecto. (2)
-Pudimos cambiar el nombre de Mar, pero no podemos cambiar el nombre del niño sin el consentimiento del padre, por eso tampoco pudimos sacarlos del país sin hacer algo completamente ilegal -dijo Kali-. Mar dejó la Fundación sin avisar porque tenía miedo de que el padre del niño la rastreara a través de nosotros, al parecer es un hombre con cierto poder, y ahora está sobre aviso.
¿Qué…? -Alan sintió como si estuvieran golpeándolo en pleno pecho-. ¿Cómo que sobre aviso…?
-Mar vio a alguien anoche frente al salón de eventos. No recuerda exactamente quién es pero sabe que es de Nueva York, tenemos que asumir que la están rastreando.
-¡Entonces déjame ayudar! ¡Déjame verla! ¡Tengo que estar con ella, tengo que decirle…!
-No. La sentencia de Kali fue tajante y Alan la miró con impotencia, pero ella no estaba dispuesta a ceder-. Ese anuncio en el periódico te puso un blanco es la espalda. Si alguien quiere llegar a Mar, a ti te tendrán más vigilado que a nadie, y no me voy a arriesgar a que te sigan y ponerla en peligro, ni a ella ni a su hijo ni al resto de las mujeres de la Fundación que están en ese lugar. (6)
-Pero Kali…
-¡Alan…! Somos amigos desde hace años y te quiero, así que aunque te duela te voy a hablar con la verdad. Mar no es una mamá soltera que conociste y te gustó, felicidades. Mar es una victima de agresión severa, rayando en intento de asesinato, con un hijo traumatizado y un pasado que jamás dejará de acecharla -le advirtió porque él tenía que aterrizar y poner la realidad en la perspectiva correcta. No estoy diciendo que Mar necesite un hombre, pero para el hombre que quiera compartir su vida, ella tiene que ser lo primero, su hijo tiene que ser lo primero, protegerla es la prioridad.
-Por supuesto, entiendo eso…
-Y tú no estás en posición de hacerlo -sentenció Kali sin que la lengua le temblara-. Sé muy bien cómo está tu vida ahora, estás peleando por salvar el hospital, estás a punto de un caos mediático y no puedes ocuparte de ellos como lo necesitan. ¡No tienes el anonimato que ellos
necesitan! 4
-¡Yo puedo protegerla! ¡Si ese tipo viene a buscarlos…!
-¡Pero es que eso no es lo que ellos necesitan! ¡Traer el caos a su puerta para protegerla luego no es lo que Mar y su hijo necesitan! ¡Lo que necesitan es una vida tranquila, alejados de todo esto! ¿ Tú vas a hacerlo por ellos? ¿Eh? ¿Vas a dejar de nuevo el hospital para irte con ellos cuando los mande a Washington o a Houston, o a Minnesota? ¿Vas a dejar todo lo que tienes y te vas a ir con ellos? ¿Vas a hacerlo?
Alan apretó los labios. Su vida era un caos en aquel momento, era cierto, pero él podía arreglarlo, él podía poner todo en orden y priorizar a Mar y a Mitch, claro que podía…
-Kali, lo voy a arreglar, pero tengo que verla. ¡Tengo que verlos a los dos!
-Lo siento, pero no puedo permitirlo, no hasta que ella me diga que está de acuerdo. Espero que lo entiendas, esto es por la seguridad de Mar y del niño. Lo lamento, pero ellos están primero. (4)
Alan sintió que su mundo se encogía hasta hacerse una pequeña bola de chatarra que le pesaba en el corazón. Quería hacer un escándalo, maldecir, llorar, gritar… pero Kali tenía razón: nada, absolutamente nada de lo que él sintiera podía estar por encima de la seguridad de Mar y Michael.
-Ni siquiera te voy a pedir que los cuides porque sé que lo harás -murmuró con la voz rota-. Solo por favor… dile que quiero verlos. Dile que lo lamento.
Le dio la espalda y salió de allí con el corazón destrozado, pero no podía hacer otra cosa. Se le
caería la lengua pidiéndole a Kali que lo dejara ver a Mar y ella no cedería, tenía demasiados años de entrenamiento en no ceder a sus propios sentimientos y poner por delante los de las mujeres a las que protegía.
“Supongo que debo darle gracias por eso“, pensó Alan mientras se subía a su coche y se iba a casa.
Sabía que con la Fundación estarían a salvo, pero aquello no era capaz de ahogar la soledad que lo embargó cuando entró por la puerta de aquella casa. Los juguetes de Mitch estaban desordenando toda la sala y Alan solo podía pensar en que su chiquillo despertaría en un lugar extraño, con gente extraña y sin poder entender lo que estaba pasando.
Pensó en Mar, en la estupidez que le había dicho, en la forma en que le había hablado, y en la posibilidad, en la terrible posibilidad de que realmente el hombre que la había lastimado pudiera encontrarla. Kali no había dicho ninguna mentira, él no era un novato y sabía muy bien qué alcance podían tener esa clase de represalias.
De momento solo de dos cosas estaba completamente seguro: de que Mar tenía toda la razón en estar aterrada, y de que él era un idiota que estaría viviendo un infierno hasta que lograra
recuperarla. 2
Se metió a bañar, intentando que el agua fría lo despabilara mientras pensaba qué hacer, cómo solucionar todo aquello, cuando el teléfono sonó con una llamada entrante.
Alan tomó el celular de inmediato, pero el número en él no era precisamente el que esperaba. Aun así contestó, poniendo el altavoz y lanzando el teléfono sobre el lavabo.
-¿Qué quieres, Lizetta?
“Tienes que ser muy tonto para preguntar eso. Sabes perfectamente lo que quiero“, escupió ella molesta. “¡Todavía no tengo mi dinero! ¿O es que mi amiga no fue a visitarte? ¿No te has dado cuenta de lo que puede pasar si publica la historia en el “Journal“?
Alan apretó los dientes por un segundo y respiró hondo.
–Necesito que me des un par de horas, yo ya reuní el dinero, pero necesito ir al banco para autorizar personalmente la transferencia porque estamos hablando de mucho dinero le dijo sin ninguna emoción en la voz.
Del otro lado se escuchó un gruñido furioso y frustrado.
“Un par de horas. No te daré más tiempo“, le advirtió Lizetta antes de colgar.
Alan cerró los ojos y durante algunos segundos buscó dentro de él a ese hombre que no era
médico, ni amable, ni justo. No era precisamente un alter ego, sino esa parte oscura de su personalidad que había aprendido de su hermano y que siempre tenía mucho cuidado de no sacar.
Se puso la camisa y mientras se ajustaba la corbata marcó el número de sus abogados.
-Necesito un documento urgente, los veré en su despacho en quince minutos -avisó sabiendo que para cuando llegara todos estarían reunidos.
Pasó por el hospital, buscó lo que necesitaba y quince minutos después comenzó aquella
discusión.
Menos de una hora y media más tarde, en el despacho del director general del periódico “Los Ángeles Journal“, entraba una sonriente Megan Stenciel. Solo para perder la sonrisa en el mismo momento en que vio a aquel hombre sentado frente a su jefe y la cara de furia reprimida de este Estaba a punto de explotar, eso era más que evidente, pero la periodista no pudo evitar adelantarse de inmediato increpando a Alan. (2)
-¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué…?
-Le dije a tu amiga que solucionaría nuestro problema de una vez por todas así que vine a hacerlo -declaró Alan levantándose y metiéndose las manos en los bolsillos-. Es claro que jamás tocaría a una mujer, mucho menos a una mujer periodista sonrió-, así que vine a hacer mi guerra con quién sí puede responderme por tu falta de ética. 2
La mujer abrió los ojos espantada y observó al director, que le dirigió una mirada furiosa.
-¿Qué… qué quiere decir?
-¡Que nos está demandando! -rugió el director del periódico-. ¡Una demanda de diez millones de dólares contra “Los Ángeles Journal“, por la extorsión de una de sus periodistas! ¿¡Qué demonios- tienes que decir a esto!? (11)
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