CAPÍTULO 35. Un trato
Alan se quedó mudo, con el corazón latiendo a toda prisa y los ojos muy abiertos por el
desconcierto. El hombre estaba parado firme como una roca en la puerta de su casa, con los puños apretados mientras una niña pequeña lloraba entre los dos.
-Lyle Weston, ¿te acuerdas de mí? ¡Soy el viudo de tu amante!
-¿Qué crees que estás haciendo?-preguntó Alan entre dientes, intentando mantener la calma.
-¡Encontré fotos tuyas entre las cosas de Soraia! ¡Encontré todo y le hice una prueba de paternidad a mis hijos, y ahora resulta que Jana no es mía! -escupió el hombre con rabia- ¡¿O vas a decirme que es mentira?! ¿Te atreves a negarme que te acostabas con mi mujer!?
La mirada de Alan subió hasta Mar, que los veía abrumada, y luego negó con cansancio.
-No, no lo voy a negar, pero no tenía idea de que estuviera casada y mucho menos de que tuviera hijos declaró con toda sinceridad-. De cualquier manera, esta no es la forma de tratar a una niña que no tiene la culpa de nada. ¿Sabes el daño que le estás haciendo? 3)
-¡Yo tampoco tengo la culpa de esto!
¡Pero tú eres adulto! ¡Tú puedes lidiar con las cosas y ella no! -sentenció Alan con firmeza antes de girarse hacia Mar-. Por favor, nena…
No tuvo que repetirlo, Mar se acercó a la pequeña, limpiándole las lágrimas, y la levantó en brazos.
-Tranquila mi cielo, vamos a ir a jugar con un niño muy lindo. ¿Está bien? ¿Quieres ir a jugar?
La niña no dijo nada, solo se restregaba los ojitos porque evidentemente no comprendía por qué su papá estaba tan enojado.
-Yo no soy el padre de esa niña -dijo Alan con firmeza cuando las vio desaparecer en el corredor.
-¿Y piensas que voy a creerte? -gruñó el hombre sacando un periódico del bolsillo trasero de su pantalón y lanzándolo contra el pecho de Alan-. ¿Qué crees que dirían todos los que van a ir a tu compromiso? ¿Qué dirá tu prometida ahora que sabe que te revolcabas con otra mujer mientras ella debía estar bien feliz organizando el casamiento?
Alan miró aquel periódico donde aparecía la noticia del compromiso y luego lo dejó a un lado sobre el sofá. Probablemente así lo había encontrado el viudo de Soraia.
-No voy a negar que sí tuve una relación con ella, pero la primera vez que supe de ustedes fue cuando los vi en el aeropuerto mientras descargábamos el ataúd–le dijo-. ¡Incluso te pregunté si eras su hermano! ¡Tienes que recordar eso!
Lyle Weston retrocedió molesto, mesándose los cabellos y con los ojos desenfocados por la impotencia y la frustración.
-Escucha, lamento mucho lo que te está pasando y lamento mucho más decirte esto, pero yo conocí a Soraia en esa misma misión, solo hacía unos meses que estaba con ella aseguró. ¡ Estoy dispuesto a hacerme una prueba de paternidad mañana mismo si eso te tranquiliza, pero sea quien sea el padre de la pequeña, puedes apostar tus dos manos a que no soy yo!
-¿¡Entonces quién!? ¿Quién!? -rugió Weston y Alan sintió que su corazón latia deprisa en su
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pecho, con el mismo rencor que había sentido por Soraia en el momento en que se había enterado de la verdad. (4)
-¡No lo sé, no sé de quién es hija, pero eso no justifica lo que le estás haciendo! -replicó con voz severa-. ¡Es una niña inocente!
-¿Y qué quieres que haga!? ¡No es mi hija! ¡No es mía!
-¡Pero la criaste desde que nació! ¿No es cierto? ¡Y ahora su madre no está! ¡¿Así que qué importa de quién sea?! -espetó enfrentándolo con firmeza porque nada en el mundo para él justificaba que se hiriera a un niño. ¿Vas a abandonaila? ¿Vas a dejarla ahora que te necesita? ¿Ahora que no tiene a nadie más…? ¿Tienes idea del trauma que le estás causando? 2
El hombre retrocedió con expresión perdida. Alan entendía su ofuscación y su rencor, sin embargo el amor y la paternidad no siempre estaban ligados a la sangre, y no podía creer que el viudo de Soraia hiciera que la niña pagara por sus errores.
-No es mi hija… -repitió con un gesto mecánico, como si fuera un verso largamente aprendido-. No es mi hija… Supongo que la dejaré con el hermano de Soraia… yo no puedo hacer más.
Alan respiró pesadamente, doliéndole en el alma lo que estaba pasando, pero sabía que sería peor si Lyle se veía forzado a criar al recordatorio constante de la traición de su difunta esposa.
-Dile a tu mujer que la traiga -graznó furioso y Alan no tuvo más remedio que traerle de vuelta a la nena.
Al menos que estuviera con sus tíos, que seguramente la protegerían, era mejor a que la despreciara constantemente el hombre que la había criado hasta ese momento.
La niña caminó hacia el auto frente a él, pero cada vez que intentaba agarrar la mano de su papá el hombre la apartaba. Cuando finalmente desaparecieron en la oscuridad de la calle Alan no cabía
en él de la frustración.
-¡Maldición! ¡Hasta después de muerta…! -rugió con impotencia mientras Mar lo observaba desde
el otro lado de la sala. 1
-¿Quieres…? ¿Estás bien? -le preguntó acercándose despacio y él se mesó los cabellos.
-¡No puedo creer esto! ¡Demonios, no tengo un día de paz!
Mar tomó su mano y la apretó, no conocía a Alan hacía tres años, no tenía idea de lo
pasado y si la niña era suya…
que había
-¿Por qué dejaste que se la llevara? Es evidente que él no la quiere, y si es tuya….
-No es mía -sentenció Alan con seguridad-. Conocí a Soraia solo por unos meses y hace menos de un año, la niña no es mía, ¡pero evidentemente yo no era el único con el que engañaba a su marido!
Mar apretó los labios en una mueca incómoda porque todo aquello le llegaba demasiado cerca. No solo en su mundo, en el de todos, las traiciones estaban a la orden del día.
-¿De verdad no sabías que era casada? -le preguntó despacio y él negó.
-¡No tenía ni la maldit@ sospecha y eso es lo peor espetó-. ¡Se divirtió conmigo, se divirtió muy bien porque eso era lo que le convenía en el momento! ¡Y no sé por qué me sorprende! ¡Cada uno en esta vida tiene su propia agenda, sus propios intereses! ¡Ella consiguió lo que quería y ahora ese
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in trato
idiota le va a hacer la vida un infierno a la criatura… al menos hasta que encuentre al padre!
Mar acarició su mano intentando que se calmara, ahora muchas cosas tenían sentido, como aquella declaración de Alan de que no quería casarse con ninguna mujer. Pero mientras su cerebro intentaba asimilarlo, sus ojos se encontraron de repente con aquel periódico y lo que vio ahí la dejó muda.
Soltó la mano de Alan y corrió a levantarlo mientras el corazón se le disparaba en el pecho.
-Alan… ¿qué…? ¿Qué es esto!? -exclamó desesperada-. ¡Dime qué es esto!
-Es el anuncio de nuestro compromiso.
Pero no era solo eso, además del artículo había fotos de los dos, ¡fotos suyas, de su cara, en un periódico nacional!
-¿¡Tu sabías de esto!? -lo increpó ella sin saber si estaba molesta o angustiada.
-Solo es un anuncio, Mar.
-¿Te pregunté si lo sabías!? ¡¿Sabías que iban a ponerlo?!
-¡Claro que lo sabía! Era lo normal…
-¿Y no se te ocurrió preguntarme si yo estaba de acuerdo?! -replicó ella.
-No había razón…
-¡Claro que la había, Alan, claro que la hay! ¡No puedo…! ¡No quería salir en un periódico así! ¡Que la gente me vea…! -Sus ojos se humedecieron de la impotencia tan grande que sentía.
Aquello era exposición en letras mayúsculas, un canal abierto, una maldit@ invitación para que Sandor los localizara, y cuando vio la fecha de publicación casi le dio un colapso. Tenía tres días la noticia, ¡tres días de estar circulando! (1)
-¡No tenías derecho a hacer esto! ¡Tenías que haberme preguntado! -exclamó con zozobra-. ¡No podías…!
-¿Y por qué no!? -replicó Alan perdiendo la paciencia. ¡Los organizadores preguntaron y les dije que sí! ¿Qué tiene?
-¡Que mi cara está ahí, Alan! ¡Mi cara sale ahí y…!
-¡Y no querías que alguien la viera! ¡¿Es eso?! ¡¿Tú también te vas a sumar a la larga lista de secretos inconfesables?! -la increpó él furioso y Mar se envaró. 5
Lanzó el periódico a un lado y apretó los labios.
-No voy a ir–declaró, pero antes de que pudiera moverse ni un metro Alan la tomó del brazo.
-¿Qué dijiste?
¡Dije que no voy! ¡Debiste preguntarme y te habría dicho que no! ¡Así que no voy a ir a ese evento, no pued…! 3
-¡Sí puedes! ¡Y si vas a ir porque sabes todo lo que está en juego! -sentenció Alan.
-¡No lo voy a hacer, esto no fue lo que me dijiste…!
-¡No, lo que te dije fue que te compraría las medicinas para Mitch a cambio de que me ayudaras,
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CAPITULO 35
LO 35 Un trator
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ese fue nuestro trato y yo estoy haciendo mi parte! -gruñó él obcecado-. ¡Llevo semanas lidiando con el desastre! ¡Me han robado, me han mentido, me han chantajeado, acaban de traerme el maldito pasado a mi puerta, todo lo que tengo está a punto de destruirse y lo último que me falta. es que tú me falles también! ¡Así que te vas a subir al maldito auto para cumplir tu parte de este trato porque eso fue lo que prometiste! (9)
Las palabras habían salido ofuscadas y feroces, pero Mar no podía justificarlas con haber hablado sin pensar, porque después de todo eso era lo más sincero. Ni siquiera podía despegar los labios, solo sentía aquel cosquilleo insoportable de las lágrimas en lo alto de las mejillas, hasta que bajó los ojos para no mirarlo y asintió. 1
No podía hablar, el nudo en su garganta hacía que cada músculo se tensara hasta rayar en el temblor, pero dio un paso atrás, soltándose suavemente de la mano de Alan y caminó hasta el
mueble donde estaba su chalina.
-Maldición… -gruñó él con una mezcla de impotencia y arrepentimiento cuando la vio dirigirse
al auto sin decir palabra-. Mar… ¡Mar!
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