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CAPÍTULO 34. La experiencia más bonita
Alan la llenó de besos. A pesar de la tormenta que estaban pasando tener a Mar a su lado era como encontrar un refugio lleno de paz.
-Bueno, futura señora Parker, vamos a levantarnos ¡porque alguien muy curioso nos está mirando!
Los dos se giraron a ver a Mitch, que saltó de cabeza a aquel abrazo y corrió a buscar sus dibujos para enseñarle a Alan los que había hecho para él. Sobra decir que Alan se derritió con aquellos folios llenos de colores y los guardo para llevárselos al hospital y ponerlos en su oficina.
Desayunaron juntos, felices, al punto de que el tiempo se les fue y tuvieron que apresurarse a llevar a Mitch a la guarderia.
-Voy a venir temprano por ti, campeón -le dijo- Ten un lindo día!
Y aunque realmente quería que lo fuera, apenas llegaron a la oficina vieron a una mujer alta y con aspecto felino esperándolos frente a la puerta.
-Buenos días. Busco al director Parker.
-Ese sería yo -saludó Alan-. ¿En qué puedo ayudarla?
-¿Podríamos hablar en privado? Soy amiga de Lizetta -dijo la mujer-. Ella me pidió que viniera a recordarle el pago de cierta… deuda.
Alan apretó los dientes y abrió la oficina para dejarla entrar, pero le hizo un gesto a Mar para que los siguiera porque no tenía intención de quedarse a solas con ella.
-Esta es toda la privacidad que le puedo ofrecer. ¿Y de qué deuda habla, si se puede saber?
-Señor Parker, seamos claros: soy periodista de “Los Ángeles Journal“, usted llegó a un acuerdo con mi amiga, y ella me pidió que le diera un incentivo.
-¿Perdón?-se adelantó Mar que no podía creer que aquella mujer fuera tan descarada.
La periodista sacó un par de hojas de su cartera y le mostró el contenido.
-Uno suficiente para recordarle que si mañana mi amiga no tiene su dinero, yo voy a publicar este artículo que escribí sobre algunos de los malos diagnósticos de este hospital. Ni siquiera puedo imaginarme el escándalo que se desatará…
-¡Lárguese! -espetó Mar sin poder contenerse–¿Periodista? ¡Aprovechada es lo que es! ¡Escasa de moral, por eso el mundo está como está, porque gente como usted es la que maneja la opinión pública! ¡Lárguese ahora mismo!
Mar abrió la puerta furiosa y la mujer se encogió de hombros.
-En cualquier caso ya tiene el número de cuenta ¿verdad? -le dijo a Alan-. Le aconsejo que no lo desaproveche.
Mar le tiró la puerta en las narices y cerró con seguro antes de correr hacia Alan, que se mesaba los cabellos.
-Cariño…
-Voy a pagarle -sentenció él y Mar lo miró con preocupación. No puedo arriesgarme a que
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arruine el hospital por dos millones, tengo suficientes fondos con los que pagarle, así que… -Sacó la tarjeta que le había dejado y Mar sostuvo su mano, quitándosela y frunciendo el ceño.
-¿Te fijaste de dónde es esto? -le dijo.
-Si, Islas Caimán, es un paraíso fiscal, es….
-Un lugar conocido -replicó Mar y él la miró intrigado.
-¿Qué quieres decir?
-Pues que nadie saca de un día para otro una cuenta en un paraíso fiscal, ¿no? Lizetta tenía que conocer esta opción de algún lugar….
-¡De su padre!
-¡Exacto! No sé qué tan buenos contactos tengas, pero si consiguieras que alguien te ayude o… no sé, si confiaras en los detectives que vinieron…
-Tranquila, tengo a la persona perfecta para esto! -aseguró Alan-. Alguien a quien espero que
conozcas muy pronto.
-¿Otro mejor amigo?
-A mi hermano -le aseguró Alan tirando de su mano para besarla. (7)
No había pensado en molestar a Kainn a menos que fuera estrictamente necesario, pero tal y como estaban las cosas, sabía que Lizetta Wayland no se conformaría con los dos millones.
Diez minutos después Kainn le gritaba por no haberle dicho antes, pero le aseguró que iba a encontrar a Wayland aunque fuera debajo de las piedras. 3
-¿Y con Lizetta qué harás? -preguntó Mar.
-No lo sé, nena, no lo sé…
Tenía un pequeño as bajo la manga, pero no estaba seguro de que funcionaría.
Tiró de su mano para abrazarla con fuerza y ella pudo sentir cuánto la necesitaba. El beso fue rápido, urgente y profundo, escaló en segundos hasta que el calor y las ganas se hicieron insoportables y Alan la subió al escritorio con un movimiento brusco.
-No deberíamos hacer esto aquí… -susurró ella mordiéndose el labio inferior, pero antes de que pudiera quejarse más tres botones de su blusa estaban abiertos y la boca de Alan castigaba uno de sus pezones, enviando miles de deliciosas descargas a su sexo.
-No me importa -respondió él con voz ronca-, esta puerta está cerrada y no se va a abrir hasta que no te ponga el trasero rojo y los ojos en blanco.
-¡Auch! ¡Sucio!
-Lo cortés no quita lo caliente -rio él y Mar jadeo sobre su boca mientras lo sentía colar la mano bajo sus bragas y empapar los dedos en aquella humedad que le sacaba en un instante. 4
Cerró los ojos, entregándose a esas caricias que la llenaban de un placer intenso. Su piel se erizaba bajo cada toque mientras el morbo se apoderaba de ellos, excitándolos hasta límites insoportables. Cada centímetro de su piel era un nervio vibrante que lo deseaba, y para cuando él le dio la vuelta para subirle el vestido, Mar sabía que estaba a punto de estallar.
Se aferró al borde de la mesa mientras lo sentía levantar la falda sobre sus caderas y hacer a un lado aquella tanga con un gruñido casi animal.
-Dime que lo quieres exigió él con voz demandante, y Mar jadeó al sentir aquel miembro duro resbalando contra su sexo, provocándola…@
-¡Lo quiero! -suspiró entre gemidos mientras sentia cómo la penetraba con un par de dedos para prepararla.
-No me convences…
-¡Por favor!-susurró con la voz entrecortada y Alan la levantó, pegándola a su pecho para poner aquella mano sobre su boca en el mismo momento en que su miembro se abría camino dentro de
ella con fuerza.
Escuchó aquel grito sordo contra su mano y la besó, la besó con desesperación mientras
comenzaba a embestirla. El calor era intenso y sus respiraciones agitadas se mezclaban en un solo sonido ahogado.
Solo bastó una presión leve para tener su vientre sobre el escritorio, el trasero entre las manos de Alan y el dorso del pulgar entre sus dientes para no gritar con cada empuje de ese miembro que parecia destrozarla y llevarla al cielo al mismo tiempo.
Mar gemia al sentir su cuerpo invadido por aquel placer tan intenso y todo el aire se esfumó de sus pulmones cuando empezó a penetrarla con fuerza, enterrándose hasta el fondo en cada embestida.
-¿Así te gusta, muñeca? ¿Te gusta esto? -preguntó él, sujetando sus caderas mientras enloquecía por la forma perfecta en que aquellas paredes lo devoraban.
Estaba perdido en el deseo, solo podía sentir sus cuerpos chocando, uno dos tres, empujando, uno
dos tres y de nuevo, tocando su fondo, escuchando aquellos gemidos acallados, uno dos tres de nuevo, más fuerte, más rápido, uno dos…
-¡Aaaaaah! -No pudo evitar el gruñido sordo cuando sintió los primeros espasmos de Mar y la forma en que escalaba aquel orgasmo.
Luego todo fue un torbellino de deseo, besos, jadeos entrecortados y risas que terminaron en abrazos en el sillón ejecutivo.
-Vas a matarme de amor -sonrió él acomodando su ropa despacio-. ¿Crees que alguien se dé
cuenta de que estamos estrujados?
Mar se mordió el labio inferior con un suspiro.
-No lo creo, eres demasiado guapo como para que te anden mirando la ropa, la gente llega a tus
ojos y ahí se queda -respondió.
-¡Ay, mi corazoncito, creo que acabas de ponerle alas o algo así! -murmuró él-. Aunque habría jurado que no te gustaba cuando me conociste.
-Y no me gustabas -respondió Mar con sinceridad-. O sea me daba cuenta de que eras sexy, eso no lo niego, pero me empezaste a gustar de verdad en el mismo segundo en que le devolviste su puesto a Harris.
Alan abrió los ojos, desconcertado.
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-¿En serio?
-Sí, salvaste a una niña y no te regodeaste por eso. La determinación de ayudar a otros seres humanos es rara en estos días, especialmente la de ayudar a quienes se equivocan -murmuró Mar besándolo. Y ahora, ja trabajar! que tenemos que dejar todo listo para irnos temprano.
Alan sonrió embobado cuando la vio marcharse, sabiendo que ahí se iba su tranquilidad, y el resto de la mañana volvería a ser dramático y desesperante. Finalmente se reunieron a la hora del almuerzo y fueron a buscar a Mitch.
La guarderia estaba llena de colores y dibujos, y la maestra les anunció que en pocos días harian una hermosa actividad por el día del padre.
Alan frunció el ceño, porque sabía que eso ponía incómodo a Mitch, pero cuando el pequeño se acercó a él no había molestia sino dudas.
-Hola, campeón -lo saludó con una sonrisa- ¿Te divertiste hoy?
Mitch llevaba un pequeño sobre y se lo tendió con los ojos bajos.
-La maeta ayuda a equibiddlo -dijo moviéndose de un pie a otro nervioso y Alan abrió el sobre para encontrar una tarjeta.
Era un hermoso dibujo de palitos y círculos, pero en letras grandes y toscas, obviamente ayudado por la maestra, había trazado una pregunta:
“¿Puedes ser mi nuevo papi?” 15
Los ojos de Alan se llenaron de lágrimas en un instante y durante unos segundos no supo qué decir.
Sentía una emoción que jamás había sentido antes, y se arrodilló para estar a la altura del pequeño.
-¿Quieres que yo sea tu nuevo papi? -le preguntó y lo vio asentir arrugando la naricita.
Un segundo después lo levantaba en brazos y lo estrechaba mientras Mar les daba la espalda para que no la vieran llorar. 1
-Si–respondió con voz temblorosa-. Claro que sí, campeón, yo voy a ser tu nuevo papi… 2
-¡Yeeeeiiii!-gritó Mitch y los dos echaron a reír.
Alan no pudo contener las lágrimas, abrazando fuertemente al niño y besando su cabeza. Ese día. llevarlos a él y a Mar a casa fue la experiencia más bonita de su vida, porque la familia Parker oficialmente había dejado de ser falsa.
Pasó la tarde disfrutando de armar una nueva vía para los trenecitos de Mitch y para las seis lo dejó con la niñera para ir a arreglarse. Para él era cuestión de minutos ponerse como un distinguido pingüino, pero se quedó asombrado porque Mar tampoco necesitaba mucho más y estaba despampanante.
-¡Wow! ¡Te ves…! ¡Wow!
-¡Esa elocuencia tuya! -rio Mar bajando hasta él, pero antes de que Alan pudiera alcanzarla unos golpes violentos en la puerta lo detuvieron.
Frunció el ceño porque no podía imaginar a alguien tan descortés como para tocar de aquella manera, pero en el mismo momento en que abrió la puerta lo que vio frente a él no fue descortesía;
CAPITULO 34 La experiencia más bonita
era rabia, frustración, impotencia.
Alan solo había visto a aquellas personas una vez y por muy pocos minutos, pero las reconoció al instante. Sin embargo no podía creer que aquello fuera real, más bien fue una pesadilla cuando el viudo de Soraia empujó hacia él a aquella niña que debía tener la misma edad de Mitch.
-¡Aquí te la traigo, para que te hagas cargo de una maldit@ vez -escupió con odio-, porque ya sé tú eras el amante de mi esposa, y que Jana no es mía! 19