CAPÍTULO 33. ¿Actuación o realidad?
-Lizetta… -Alan no era capaz de reconocer ni su propia voz de lo molesto que estaba-. ¿¡Qué diablos estás haciendo aqui!?
La rubia cerró la puerta tras ella y se acercó al escritorio, contoneándose, mientras Alan podía sentir que se le erizaban hasta los pelos de la nuca y no en el mejor sentido.
-Hola querido, un placer volver a verte, aunque sea en estas incómodas condiciones -murmuró
ella sentándose sin importarle que no la habían invitado.
-En eso estamos de acuerdo, las condiciones son profundamente incómodas y no veo el placer por ningún lado, asi que dime, ¿qué demonios haces aquí? ¿Es que no tienes ningún tipo de vergüenza?
-¿Y por qué iba a tenerla?-se encogió de hombros la mujer-. Mi padre fue el que desfalcó a este
hospital, yo no tuve nada que ver con eso…
-¿Dónde está!? -gruñó Alan- ¿Dónde está Wayland? ¿A dónde se fue tu padre?
Habían tratado de localizarlo por todos lados y no había dado la cara.
-Créeme, si supiera dónde está mi padre no estaría aquí, lidiando contigo -replicó ella con molestia-. El viejo se largó del país con todo su dinero y se le olvidó llamarme para decirme a dónde iba. Regresé de un viaje a Aspen y resultó que solo tenía un montón de deudas por pagar y un par de tarjetas de crédito para vivir, así que evidentemente, mi padre no me está ayudando.
Lizetta tragó saliva y se le secó la garganta mientras intentaba estabilizar la voz. Estaba furiosa porque de un día para otro se había quedado a la deriva, así que tenía que buscarse la vida como
mejor pudiera, cosa que no había hecho jamás.
-¿Entonces qué quieres? ¿Qué haces aquí? -la increpó Alan.
-Quiero que me pagues por mi silencio. 2
Alan se echó adelante en la silla, con las manos cruzadas frente a él mientras la evaluaba.
-¡¿Disculpa?!
Lizetta cuadró los hombros y lo miró fijamente.
-Mi padre se ha ido. Las tarjetas de crédito no durarán mucho más. Necesito dinero.
-¿Y trabajar no es una maldit@ opción para ti? -siseó él, sin poder creer semejante desvergüenza.
-No a menos que quieras que salga a gritarle a todo el mundo la verdad. No soy estúpida, Alan. Mis títulos no me alcanzan para querer trabajar, pero si para saber lo que le pasaría a este hospital si la gente llega a enterarse de que mi padre compraba equipamiento deficiente -dijo con una sonrisa maliciosa-. Por algo no lo has hecho público, ha pasado más de un mes desde que mi padre huyó del país y ni una sola noticia ha salido en los medios, y eso es porque el escándalo los arruinaría. ¿No es así? (5
Alan apretó los puños con impotencia. Había subestimado a la rubia oxigenada, podía ser arribista y parecer idiota, pero definitivamente no lo era.
-¡Eso que estás haciendo es chantaje!
-Pues ve y acúsame. Y de paso diles con qué te estoy chantajeando -lo retó ella y luego se levantó con cansancio-. Escucha, los dos sabemos que si abro la boca podría arruinar a este hospital. No pido mucho, solo lo suficiente para mantenerme callada.
-¿Cuánto?
-Dos millones -respondió Lizetta.
Ella no era parte de la e****a de su padre así que no tenía motivos para que la mandaran a la cárcel, así que no tenía nada que temer.
O al menos eso creía.
Alan se frotó con dos dedos el puente de la nariz, pero finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, la miró y dijo:
-Lo voy a pensar.
-No lo pienses mucho. Si dentro de dos días no recibo mi dinero, entonces tú vas a recibir una visita muy poco agradable, te lo aseguro.
Puso encima de la mesa una tarjeta con un número de cuenta bancaria que abajo rezaba: “Islas Caimán“, y luego salió de la habitación.
Cerrarse la puerta y terminar medio escritorio contra la pared fue lo mismo. Después de todo lo que el infeliz de Wayland había robado, no podía creer que ahora su hija lo chantajeara con dos millones más. Se mesó los cabellos y ni siquiera escuchó la puerta abrirse, mientras Mar se quedaba paralizada ante el destrozo.
-¿Alan?
-Nena…
Mar se acercó a él apurada, dejando las invitaciones que llevaba y abrazándolo.
-Lo siento, se me cruzaron los cables por un segundo… Lizetta acaba de irse.
-¿Qué…? No la vi, estaba… perdón me llamaron de la oficina de entregas para darme las invitaciones para la fiesta.
Alan miró lo que ella había dejado sobre la mesa. Los accionistas ya habían fijado fecha y hora y les habían mandado varias invitaciones para sus familiares y amigos. Sin embargo nada de eso parecía importante ahora.
-¿Qué pasó, Alan? ¿Qué quería Lizetta?
-Chantajearme -respondió él con frustración-. Chantajearme para que le pague por no decir nada, por no soltar la noticia de la malversación de fondos en el hospital.
Mar se quedó sin habla por algunos minutos.
-¡Maldit@, ¿cómo puede hacer esto!? ¡Después de todo lo que su padre hizo…!
-Lo sé, pero hay gente así en el mundo, sin vergüenza, sin honor, sin… -respiró hondo y trató de calmarse mientras ella lo abrazaba.
Mar sabía que no podía resolver nada de eso pero al menos estaba ahí para él.
-¿Cómo puedo ayudarte? -le preguntó pero Alan negó despacio.
-Con esto no, nena… Escucha, voy a tener que quedarme trabajando un poco más a ver… no sé, necesito encontrar la forma de arreglar esto. Por favor pasa tú hoy por Mitch y… jespera aquí lo tengo! -dijo mirando a todos lados hasta encontrar las recetas-. Ya hice las de las medicinas de Mitch para varios meses, no quiero que andemos preocupados por eso, solo tienes que ir a sacarlas, ya están pagadas -le aseguró entregándole también las llaves de su coche-. Y llévate mi auto, yo puedo irme en taxi después.
Mar asintió despacio y le dio el mejor beso de consuelo del mundo.
-Te estaremos esperando en casa, ¿de acuerdo? -lo animó
Salió de allí directo a buscar las medicinas de su hijo y luego pasó por él. Mitch estaba
particularmente emocionado ese día y hasta llevaba una tarjeta y varios dibujos que había hecho en la guardería. (3)
-¡Pero qué bellos mi amor! -lo elogió ella como si esos dibujos de palitos fueran un Picasso–¿
Somos todos nosotros?
-Sip…
¿Y esto es un perrito? -preguntó ella intentando identificar la figura.
-Noooo mami, e un poni y addiba etá el niño….
-Qué bien… ¿este es para mí?
-No, ete, y ete pa Pika–pi -distribuyó Michael con mucha organización.
-Genial, ¿Y la tarjeta?
Mar vio a su hijo apretar aquella tarjeta sin soltarla mientras dudaba en hablar.
-Mami… ¿yo pueo tené oto papi? -preguntó y Mar sintió que el corazón se le detenía en el pecho.
Era evidente que Mitch ya comprendía al menos minimamente el concepto de papá, y sabía que el día de los padres estaba cerca. Probablemente todo aquello lo estuvieran haciendo para celebrar alguna actividad por el día del padre.
-¿Por qué preguntas eso, mi amor?
-E que… Lalan dice que e niño pue tené oto papi, e papi que yo quedda. ¿Pueo? -preguntó Michael con ojitos esperanzados y Mar tuvo que luchar para que los suyos no se llenaran de lágrimas. 31
-¿Y quién quieres que sea tu nuevo papá, mi cielo?
-Lalan. Yo queo Lalan.
Mar asintió acariciando su cabeza.
-Bien… creo que podemos preguntarle, le preguntaremos en estos días, ¿de acuerdo? Uno de estos
días…
Si era honesta Mar no estaba segura de que aquel era un paso que pudiera dar, pero ¿qué iba a decirle a su hijo? ¿Que no? ¿Que tenía que conformarse con el papá que él mismo consideraba un
monstruo?
3/4
Lo llevó a la casa y trató de no pensar en eso, y esperó pacientemente a que Michael decidiera hacer su pregunta. Pero ese día no pudo ser, porque con todo el ajetreo de la guardería se quedó dormido muy temprano y para cuando Alan llegó él ya estaba durmiendo.
-¿Pudiste resolver algo? -preguntó Mar metiéndose al baño con él y abrazándolo mientras Alan ocultaba el rostro en la curva de su cuello.
-Algo, lo que más me importaba de todo, pero ya lo sabrás mañana -susurró mientras le daba ese beso que podía calmar todas sus preocupaciones.
Durmió mal esa noche, y aunque no estaba más tranquilo cuando amaneció, Alan no iba a permitir que eso le arruinara el maravilloso día que quería para Mar.
-La fiesta de compromiso es esta noche -le sonrió cuando la vio abrir los ojos.
-Sí–bostezó Mar con un gesto que lo derritió-. Ya tenemos tu traje de pingüino y mi traje de damita, así que estamos listos para lo que venga. Todo va a salir bien.
Alan asintió, inclinándose sobre ella para darle un beso y luego le hizo un guiño coqueto.
-Todavía falta algo, algo super importante -aseguró sacando una pequeña caja de debajo de la almohada y poniéndola sobre el pecho de Mar-. Por esto llegué tarde ayer, no sabes cuánto me costó decidirme, pero quería el más lindo. 2
Mar ahogó un gemido de sorpresa al abrir la cajita y ver aquel hermoso anillo de compromiso. Sabía que era parte del protocolo pero no había esperado que Alan le regalara algo tan hermoso
¡Dios…! Alan, esto se ve muy fino, no había necesidad…
-¡Claro que la hay! -replicó él- ¿Crees que ando comprometiéndome todos los días?
Y aunque Mar quería decirle que no hacía falta algo tan costoso para una actuación, cuando miró a los ojos de Alan se dio cuenta de que ya no lo era.
-Antes de que me pongas una fecha de devolución -le advirtió él porque entendía que a ella le costara aceptar aquello-, te voy a pedir que no me lo devuelvas nunca a menos que ya no me
quieras… (4)
-Alan…
-Te quiero, Mar, y no tengo que preguntarte para saber que tú también tienes sentimientos por mi. No importa cómo haya empezado esto, ese anillo en tu dedo esta noche no será algo falso para mí… ¡Y no te asustes, no te estoy proponiendo matrimonio!… todavía.
-¡Alan!
-Pero un día lo haré en serio, y estoy casi casi seguro de que me habré ganado que me digas que sí
le sonrió besándola-, así que mantenlo a salvo por mí mientras tanto. ¿Está bien?
Mar sintió un nudo en la garganta mientras él deslizaba aquel anillo en su dedo, pero asintió, sabiendo que la felicidad era demasiado grande como para atreverse a creer que era real.
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