APÍTULO 30. Quizás para siempre
Alan tomó su mano y la besó con suavidad.
-No pasa nada, nena, es la adrenalina que todavía no se me va y ando como acelerado -le aseguró y Mar se levantó para abrazarlo.
-Lo sé, lo siento….
-Oye, tú no tienes nada que sentir, tú solo tienes que permitir que yo… que yo te consienta hoy, así que vamos a empezar por lo básico Un baño caliente, una copa de vino y la mejor comida que podamos pedir.
Mar asintió con cansancio y lo siguió hasta la habitación, lista para meterse bajo la ducha porque le urgía quitarse aquel olor que solo le traía recuerdos angustiosos.
Pero aunque él parecía calmado, Mar podía ver lo que realmente pasaba, se estaba controlando, cada cinco segundos sus puños se apretaban involuntariamente y era como si echara la impotencia hasta por los poros.
-Alan, nada está bien… -murmuró y él la miró preocupado.
Qué…?
-No sirvo para que me escondan las cosas. ¿Qué te pasa? -le preguntó y lo vio mesarse los
cabellos.
No te preocupes, es que esto… me tiene al borde de una mala reacción que no quiero tener frente
a ti -murmuró.
-¿Mala reacción?
-Mala, Mar, mala, del tipo de gritar y romper cosas y maldecir y decir cuanta grosería se me pase- por delante porque…
Respiró profundo porque estaba a punto de descontrolarse, pero simplemente no podía soportarlo y se acercó a ella, atrapando su rostro entre las manos apoyando la frente en la suya.
-¡Demonios, siempre he tenido mala suerte, Gus dice que seguro desplumé a Cupido en otra vida pero hoy…! La miró a los ojos y Mar vio los suyos brillar con lágrimas de impotencia-. ¡Hoy por primera vez sentí que quería faltar al maldito juramento que hice de preservar la vida humana, porque si algo te hubiera pasado…! ¡Si algo…! -Apenas si alcanzaba a formar una frase coherente. entre tantas emociones contenidas-. ¡Si algo te hubiera pasado te juro que habría terminado matando a alguien hoy! (4)
Algo se había roto dentro de él, una compuerta que había liberado cada gramo de autocontrol y de emoción que había en su interior, y ya era imposible volver todo a su lugar.
¡Te quiero! ¿Entiendes? ¡No me preguntes de dónde salió esto porque yo no lo sé y tú no lo sabes tampoco! ¡Pero te quiero! ¡Me falta un pedazo cuando no estás conmigo! -gruñó él con los dientes apretados. Eres la mujer más… valiente, y fuerte, y la que más se merece ser feliz en el mundo y hoy… ¡Hoy estuve a un candado, a un maldito candado de no poder salvarte, a minutos de perderte y eso me hizo sentir el hombre más inútil del mundo! ¡El más…! 3
-¡Alan… Alan basta! ¡Ya, no digas eso! Nada de lo que pasó fue tu culpa…
-¡Yo te metí en esto!<
-¡No, no no, corazón! ¡Yo te meti en esto cuando esa niña estaba en riesgo y lo que pasó hoy…! -A Mar le temblaron los labios mientras intentaba contener las lágrimas-. Lo que pasó hoy fue culpa de Preston, fue culpa suya y de Wayland, y de la gente mala que hay en el mundo… pero te digo lo mismo que a Mitch, eso no puede cambiarnos; nadie puede cambiar que seamos buenas personas y que no podemos permitir las injusticias. ¿De acuerdo? T
Él asintió estrechándola con fuerza, con tanta fuerza como si quisiera fundirse con ella en aquel abrazo y se quedó allí, con el rostro ocuito en la curva de su cuello hasta que su respiración se calmó un poco y le dio un beso suave en la frente.
-Date un baño, voy a estar justo afuera, si me necesitas solo tienes que… solo gritame -murmuró caminando hacia la puerta del baño y la voz de Mar lo detuvo.
-¿Qué tan alto tengo que gritar?
Alan se detuvo y la miró a los ojos por un instante que pareció infinito.
-¿Qué tan alto quieres gritar, Mar?)
Algo entre los dos sobraba. El aire. El espacio. La ropa. Debía ser eso. Todo eso a la vez. La respiración de ambos se volvió pesada y ansiosa mientras él cruzaba aquellos escasos metros y la
evantaba contra su cuerpo con un gruñido sordo, apoderándose de su boca con el beso más urgente en la historia de la humanidad.
La necesitaba, como si no le alcanzara el aire o el tiempo para hacerla suya, como si no hubiera
(suficiente piel donde besar, suficientes manos con qué tocar…
Mar se apretó contra él, devolviendo el beso con pasión y deseo y ni siquiera supieron en qué momento llegaron bajo la ducha, solo que el agua corría sobre los dos, empapando aquella ropa que también sobraba.
Alan sintió sus manos curiosas colándose bajo su playera y sacándosela por la cabeza mientras se mordia el labio inferior y buscaba la hebilla de su cinturón. Él fue menos delicado, los botones de aquel vestido saltaron contra el cristal empañado y la boca de Alan se perdió entre sus pechos.
mientras terminaba de desnudarla.
Mar echó atrás la cabeza, jadeando cuando sus dientes se cerraron sobre uno de sus pezones, haciéndola estremecerse y mojarse. Sus manos la recorrían como si quisiera grabar cada centímetro con fuego y cada caricia era necesidad en su estado más puro.
Desesperación. Hambre. Lujuria. Jadeos entrecortados. Mar enredó las manos en su cabello y entregó su cuerpo a su boca mientras Alan devoraba cada milímetro, haciéndola estallar en cientos de pequeñas súplicas. La levantó por las caderas, atrapándola contra la pared con aquel cuerpo macizo y tenso.
Mar podía sentir su erección latir violentamente contra su sexo, caliente, vibrante, dura. No había espacio para la suavidad, la lentitud o la ternura. No ahora. Ahora solo había una necesidad angustiosa de perderse el uno en el otro, de poseerse, de sentirse.
Alan encontró su boca en un beso profundo y feroz mientras sus manos se encajaban en sus muslos, abriéndolos, y su miembro la penetraba de un solo empujón,
-¡Aaaah! -Mar se revolvió contra él, embriagada por aquella invasión salvaje y sintiendo cómo se
detenía para mirarla a los ojos. Había una pregunta, una sola pregunta allí y ella se sabía esa respuesta. Sigue…
-¿Puedes conmigo?
Mar jadeó sintiendo la presión en su interior y la forma en que empujaba despacio, abriéndola, enviando aquel dolor sordo y delicioso a sus caderas mientras empujaba aquella bestia dentro de
ella hasta tocar su final.
-¡Joder! -gruñó él sintiendo el trasero de Mar chocar contra sus muslos y sus dedos enredándose en su cabello mientras salía despacio y volvía entrar, rompiendo hasta tocar fondo y saliendo otra vez, empujando, taladrando, marcando aquel ritmo que los dos podían soportar.
Mar se ancló a su boca con una mordida inconsciente y ni siquiera supo cuándo suplicó aquel “; Másssss!“. Y Alan no se lo hizo repetir. El paraíso era un sonido ella gimiendo mientras él se clavaba en su interior con fuerza, cada vez más rápido. Sus manos viajaban por las curvas de aquel cuerpo ardiendo y su boca buscaba la de ella entre gemidos.
Mar estaba desgarrada entre el placer y la necesidad, sintiendo que su cuerpo ya no era suyo y sus sentimientos no podían contenerse. Jadeaba contra su boca, sumergidos en un mar de lujuria incontrolable, hasta que el agua dejó de ser parte de la ecuación y de repente estaban rodando
sobre la cama.
Su boca, su piel, su cuerpo, Mar no podía percibir nada más que ese peso delicioso de tenerlo encima mientras sus caderas se encontraban en aquel golpeteo furioso. Su espalda se arqueaba y juraba que podía sentir sus caderas abriéndose para acomodarlo. La magia de aquel momento se desbordaba, igual que la humedad entre sus muslos, que frotaban, se contraían, mecían y estrellaban contra él. Aquella cama era un mar de fuego que los consumía.
-¡Por favor! -gimió mientras su cuerpo se tensaba en ese primer perfecto espasmo y Alan devoró
su boca en un último beso antes de escucharla gritar.
Se encontró con ella en aquel climax, mientras su cuerpo se descargaba completamente y los dos caían exhaustos. En su abrazo encontraron el alivio que buscaban desde hacía tanto tiempo, Mar se acurrucó en sus brazos y sonrió al sentir la calidez de su piel contra la suya, y Alan no pudo evitar echarse a reír como un chiquillo porque no le gustaba disimular cuando se sentía feliz.
La besó de nuevo, la acarició y estuvo a punto hasta de hacerle cosquillas.
-¿Cómo te consiento más?
-Préstame una de tus playeras -le pidió ella y tuvo buen cuidado de vestirse antes de separar la
espalda de la cama.
-¡Uff, sexy, me encanta! -murmuró él con los ojos brillantes-. Oye nena, no usamos condón…. honestamente ni siquiera tengo en casa. Esto fue demasiado espontáneo.
-No te preocupes, tú eres un médico inteligente y yo uso un DIU, así que no hay peligro de nada, ¿ correcto? -respondió ella.
-Correcto, sanos como bebés. (3)
Se acurrucaron durante un buen rato, hasta que Alan escuchó el estómago de Mar sonando y se la llevó en volandas a la cocina para hacerle algo de comer.
-Mejor yo cocino y tú vas por Mitch a la guardería Creo que hoy haré su comida favorita -dijo
Mar pensativa y él aceptó sin protestar.
Además de pasar por Mitch, fue por otro nebulizador porque después de que todos hubieran cenado y jugado un rato, Mar tenía de seguir el tratamiento al menos por algunos días.
-No me dijiste qué pasó en la junta finalmente, ¿aparte de que Wayland se escapara como un cobarde?-le preguntó Mar mientras él se portaba bien hacendoso secando los platos.
-Me dieron el trabajo -murmuró Alan encogiéndose de hombros porque ahora parecía todo mucho menos importante de lo que había pensado en un inicio. Quizás porque en un inicio él necesitaba un objetivo en el que enfocarse y eso había sido sustituido por un sentimiento fuerte y poderoso. Los accionistas quieren que comience ya a trabajar como director, según hasta nos celebrarán fiesta de compromiso para compensar lo que pasó…
-Eso es bueno. Significa que ya tienes lo que querías -le sonrió Mar y él negó.
-No, no todo–respondió con tono enigmático porque la verdad era que ahora quería cosas que
antes ni sabia que existian. 3
Y dos doras después, mientras veía a su chiquillo y a Mar, cada uno tomando su aerosol con las manitas agarradas, no pudo evitar pensar en mil formas de pedirles que se quedaran con él, después del acuerdo, después del compromiso… quizás para siempre.