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CAPÍTULO 28. ¿¡Qué hiciste!?
Mar sentía su corazón latiendo en sus oídos mientras corría hacia el ascensor y bajaba al Archivo. Ni siquiera tenía que preguntar ya dónde era. Aquellos documentos eran la prueba irrefutable para sostener el video que habían grabado el día anterior. Pero Alan tenía razón, necesitaban
respaldarlo porque de lo contrario solo sería la palabra de un extraño contra la del distinguido director del hospital.
El aire frío la envolvió al entrar en el Archivo y corrió hacia aquel cuartito donde había estado. Abrió la gaveta y buscó desesperadamente los documentos hasta que sus dedos se detuvieron, paralizados.
No había nada.
¡No había nada!
-No, no, no… ¡No puede ser! -exclamó confundida
¡Los había visto justo el día anterior, y ahora los documentos, todos los documentos habían desaparecido!
Mar empezó a notar un escalofrio recorriéndola desde la cabeza hasta los pies. Lo sabían. Wayland y Preston lo sabían y poco a poco estaban desapareciendo la evidencia, pedazo a pedazo. 1
Mar no se lo podía creer, pero sabía que el tiempo estaba en su contra. Con la respiración agitada, buscó el teléfono y marcó a Alan.
-¡Alan, los documentos desaparecieron! -dijo con voz temblorosa-. ¡Tenías razón, tenían razón en todo, ellos sabían…! ¡Tenemos que hacer algo antes de que sea demasiado tarde!
“Maldición“, gruñó Alan que estaba a punto de entrar a reunirse con la Junta. “Esto no es bueno“.
-Te mandaré las fotos que tomé ayer de los archivos, dame un segundo.
Sin pérdida de tiempo, Mar le envió todas las fotos que había tomado el día anterior, aunque era evidente que faltaban las de otros documentos importantes.
-¿Crees que eso sea suficiente?
Alan respiró profundo.
“Lo dudo, nena, pero igual lo intentaré“.
Mar frunció el ceño ofuscada, no podía creer que fueran a salirse con la suya después de todo lo
que habían hecho.
-Tenemos que encontrar una forma, Alan, no pueden simplemente desaparecer toda la evidencia, no es como llegar y limpiar un cuart… -Mar abrió mucho los ojos. ¡Las máquinas, Alan, las máquinas! -exclamó echando a correr hacia el ascensor-. ¡Las máquinas también son evidencia…! ¡Te llamo luego!
“Mar… ¡Mar!”
Alan sintió una horrible opresión en el pecho cuando ella no le contestó del otro lado, pero las puertas se abrieron y no le quedó más remedio que entrar a la sala de juntas mientras Mar llegaba corriendo al estacionamiento.
Rezaba para que el camión todavía no se hubiera ido, y al parecer diosito estaba de su parte porque las máquinas eran demasiado pesadas y estaban terminando de cargarlas. Con la cara roja por la exaltación, Mar se acercó a los choferes.
-¡Esperen! ¡No pueden llevárselo! ¡No pueden llevarse ninguna de estas máquinas! -gritó corriendo hacia el camión. 1
Los dos hombres se miraron con gesto severo.
-Lo siento, señorita, pero tenemos órdenes. Debemos sacar esto de aquí lo más pronto posible.
-¡Lo entiendo, pero no pueden hacerlo! ¡Ese camión tiene evidencia que no puede desaparecer! sentenció ella-. ¡No pueden moverlo de este hospital!
—
Los hombres intercambiaron miradas incrédulas, no sabían qué hacer pero estaban empezando a temer por sus empleos si no cumplían con llevarse los equipos.
-Bueno, eso hablelo con su director. Nosotros tenemos trabajo que hacer -gruñó uno de ellos mientras terminaba de empujar la máquina por la rampa de acceso.
-¡Oiga! ¿No me escuchó? ¡Acabo de decirle que no pueden mover esto de aquí!
-Si, pues… míreme -espetó el chofer con indiferencia y Mar se sintió más impotente que nunca.
Si perdía las máquinas perdería toda la evidencia y no iba a permitirlo. Corrió hacia la cabina mientras los hombres la ignoraban y rebuscó hasta encontrar una palanca de uña.
<“Esto tendrá que bastar“, pensó mientras se daba fuerzas para encajarla violentamente en una de
las llantas, y apenas escuchó el primer silbido corrió hacia otra.
Para cuando los hombres terminaron de cargar tenian ya cuatro llantas desinfladas y ninguna
forma de mover el condenado camión.
-¡Pero… ¿está loca?! ¡Voy a llamar a la policía de inmediato! -le gritó uno de los choferes y ella
sonrió entre jadeos.
-¡Eso, hágalo!… La policía es exactamente lo que necesitamos aquí, pero estas máquinas no irán a ningún lado.
Mar abrió la puerta trasera y se metió a revisar los equipos, todos estaban allí y ella sacó de inmediato foto tras foto y se las fue mandando a Alan junto a un “Las tengo“. Estaba tan concentrada que ni siquiera se dio cuenta de la sombra que pasaba justo tras ella, cerrando la puerta de un solo golpe y dejándola encerrada dentro.
Mientras tanto, en la reunión de la junta, Wayland presentaba a Alan con todos.
-Su trabajo en Médicos sin Fronteras fue excepcional. ¡Excepcional! -exclamó-. Pero ya podemos estar seguros de que esa etapa heroica de su vida terminó y ahora estará dedicado por completo al hospital. De hecho se nos casa muy pronto. Ya está comprometido con una hermosa mujer que también trabaja en nuestro hospital…
Alan no decía nada, solo iba pasando de una mano que saludar a la otra hasta que llegó a Gus. Él era su apoderado legal, el que ponía la cara en las reuniones y nadie sabía que se conocían, así que se estrecharon la mano como si en lugar de mejores amigos fueran un par de desconocidos.
-Bueno, ya que estamos todos aquí, creo que es momento de hacer oficial que el doctor Parker es
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el candidato perfecto para sustituirme en mis labores como director de est…
-¿Qué tal si te ahorras toda la palabrería barata y vamos directo al grano? -lo interrumpió Alan y los murmullos asombrados se levantaron mientras Wayland lo miraba como si le hubiera salido otra cabeza- ¿Por qué en lugar de dar un discurso lleno de mentiras, no les dices mejor que has estado desfalcando al hospital por más de doce millones de dólares en los últimos cinco años?
Todos se quedaron completamente en shock, el silencio era tan espeso que se podía cortar con un cuchillo y Wayland se puso blanco como el papel,
-¿Pero te has vuelto loco!? -espetó con furia- ¿Cómo puedes decir eso?!
-¿Porque es la verdad! Todo salió a la luz cuando Mar descubrió el fallo en las máquinas de laboratorio, unas máquinas que teóricamente fueron compradas a Medtronik, pero que en realidad vinieron de una fábrica genérica de baja calidad. El mismo informe del especialista que vino a revisarlas nos dio la pista.
-¿Eso es verdad, director Wayland?-se levantó uno de los miembros de la junta.
-¡Por supuesto que no! ¡Esa es una burda mentira! Yo jamás…!
Pero Alan no le dio tiempo a defenderse. Conectó su celular al enorme televisor de la sala de juntas y reprodujo aquel video donde el gerente de la manufacturera explicaba cómo exactamente había hecho los negocios con Wayland y con Preston y cómo habían sobornado a uno de los contadores para que autorizara las transacciones, incluso hablaba de dónde mandaban a hacer las etiquetas falsas con el logo de Medtronik.
¡No hay nada que puedas decir para explicar esto! -dijo Alan mirándolo a los ojos cuando el video terminó-. Esta es la verdad, solo eres un ladrón que has estado poniendo en peligro a este
hospital desde que te sentaste en esa silla.
-¿Y qué pruebas tienes para demostrarlo? ¡Es su palabra contra la mía! ¡No hay…!
-¡No estés tan seguro! Que Preston y tú hayan hecho desaparecer todos los archivos relacionados con el tema y las facturas de la compra de los equipos no va a detenerme. ¡Todavía hay evidencia! ¡ Mucha evidencia para demostrar lo que has hecho! -espetó Alan con rabia y el director Wayland levantó la barbilla con un gesto arrogante.
Jamás había esperado que su estaf@ se descubriera, pero en un momento de enojo había cometido el error de subestimar a su maldit@ asistente. Preston tenía razón, debía haberse deshecho de ella desde hacía tiempo y ahora tenía que lidiar con las consecuencias.
-Creo que esas son las palabras de un hombre desesperado por un puesto que definitivamente no va a obtener -siseó Wayland-. Acusaciones sin sentido que pondrian hundir a este hospital si llegaran a filtrarse a la prensa y…
-¡Ya deja de mentir! -replicó Alan-. ¡Sé que esto no fue lo único que hiciste! ¡Este hospital necesita una maldit@ auditoría para poner en orden lo que Preston y tú hicieron! ¿O crees que me pasó desapercibido lo del salario de los trabajadores? ¡Están cobrando casi un treinta por ciento menos de lo que deberían! ¿A dónde está yendo ese dinero, Wayland? ¡Respóndeme! ¡¿A dónde?! El director retrocedió ante la mirada confusa y furiosa de todos los accionistas, que poco a poco se iban levantando, increpándolo y haciéndole preguntas para las que él no tenía una respuesta. -¡He sido un excelente director por años, les he hecho ganar mucho dinero…!–intentó defenderse.
-Este hospital no existe para ganar dinero -siseó Gus-, existe para curar personas, y tú has estado poniendo en peligro a cada persona que ha atravesado sus puertas. ¡Voy a llamar ahora mismo a la policía! –
-¡No…! ¡No puedes…!
—¡Claro que puede! -espetó Alan-. Y la policía se llevará todas las pruebas de lo que hiciste, porque el camión en el que mandaste a sacar las máquinas no se fue. ¡Mar las tiene!
Wayland apretó los labios en una mueca de desprecio mientras se envaraba.
-¿Y tú crees que yo sería tan estúpido como para dejar evidencia? -escupió con rabia-. No soy tonto. Tú y tu zorra no pueden medirse conmigo todavía. (2)
Wayland rio con malicia, haciendo que a Alan se le erizara hasta el último vello de la nuca, pero antes de que pudiera increparlo, un ruido ensordecedor llenó el salón.
La alarma de incendios sonaba desde algún lugar del edificio y el movimiento de Alan para agarrar
al director por el cuello de la bata médica fue instintivo. (2
-¿Qué hiciste, infeliz? ¿Dónde está Mar? -gritó- ¿Dónde está Mar!?
