CAPÍTULO 25. Déjame verte
-¿Ya se durmió otra vez? -preguntó él en un susurro.
-Si creo que si…
Se quedaron mirándose un minuto, eterno… infinito… hasta que Mar se dio cuenta de que el agua se estaba poniendo roja a su alrededor.
-¡Ay por dios, no…!
—¡Maldición, te vas a ensuciar…! -rezongó Alan poniéndose de pie tras ella.
-Ya quítate eso, al cesto de la ropa sucia…
-¿Qué sucia? ¡Al cesto de la basura!
-¡Yo no voy a tirar mi… pijama!
-¡Yo te compro otro, no seas chiquilla!
-Ya bota el agua, qué asquito…
-Champú champú…
-Y gel…
-Echa sales también…
A ver abre los chorritos…
-¡Limpia allí limpia allí…!
-¡Pues no haces nada con limpiar si no te limpias tú primero! -lo regañó Mar agarrando una esponja-. ¡Mira para esto… ni Mitch con barro…! ¡Solo te advierto… la sangre es muy mala de quitar eh?… ¡A ensuciar los uniformes del hospital…!
Mar hizo un puchero mientras le restregaba un costado con expresión concentrada, y Alan se quedó mirándola porque era evidente que aquello la había puesto demasiado nerviosa. Ninguno de los dos dijo otra palabra mientras todo lo sucio se escurría y los chorros llenaban el jacuzzi
reluciente.
-Tienes una cicatriz aquí -murmuró Mar pasando un dedo sobre una línea fina en su costado.
-Cuando la gente normal me pregunta les digo que fue una apendicectomia, para que no se
asusten -respondió Alan.
-¿Y a mí qué me dirás? -murmuró Mar mirándolo a los ojos.
-Apuñalamiento, ni siquiera puedo recordar con qué. Estaba en Kenia, vacunábamos en un pueblito cuando escuchamos los gritos, llevaban una fila de niñas para hacerles el procedimiento de MGF… Gus y yo nos metimos y logramos sacar a cuatro, pero antes de que el ejército llegara la madre de una me apuñaló -recordó Alan y Mar abrió mucho los ojos. $
-¿La.. la madre?
-Ajá. Y esa es una de las más bonitas, tengo otra por aquí… disparo -dijo mirándose y señalando a una pequeña cicatriz circular bajo la clavícula derecha-. Esa estuvo cerca. Y otra por aquí… nos
sabotearon el camión y nos desbarrancamos… literalmente me quemé todo ese trozo… 2
-¡Wow, pensaba que Médicos sin Fronteras era algo lindo! 2
-Lo es, es muy hermoso pero pacífico no. Vas a enfrentarte a culturas donde se lastiman ellos mismos y tú ni puedes comprenderlo, y se supone que debes mantener cierto margen pero…
-Tú no eres así -comprendió Mar.
-No. No soy asi.
Mar repasó con las puntas de los dedos aquella quemadura en su costado y Alan no pudo evitar cerrar los ojos y disfrutarlo. Y para cuando los abrió ya eran oscuros y expectantes.
A su alrededor el agua bullia chocando contra ellos y los dedos de Mar eran tan calientes que apenas lo dejaban respirar. Pero no era el único, porque parecía que toda esa excitación la contagiaba a ella por aquel simple roce, y cuando se atrevió a mirarlo supo que ya no había vuelta
atrás.
La boca de Alan impactó contra la suya, besándola con tanta fuerza que el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. Podía sentir su cuerpo estrechándola, sus brazos envolviéndola, la invasión de aquella lengua que buscaba la suya desesperadamente y hacía que sus rodillas cedieran. Alan pasó las manos bajo sus muslos y con un movimiento rápido la levantó, sentándola sobre él en el jacuzzi mientras Mar hundía los dedos en su cabello y comenzaba a dominar aquel beso. Agua caliente, agua caliente y el intento de pijama de Mar era lo único que había entre los dos, y aunque él no se atrevió a quitarlo, la escuchó suspirar cuando su boca bajó, dibujando un camino de fuego desde su cuello hasta esos pechos que pedían a gritos su atención.
Los devoró con una urgencia casi animal, y escuchó su corazón latir fuerte mientras los pequeños pezones se endurecían en su boca. Era hermosa, sabía a cielo y gemía como un condenado ángel. La miró una sola vez sin despegar los labios de su piel, y siguió detallando cada reacción mientras una de sus manos se cerraba sobre sus nalgas y la otra se perdía entre los dos, allí donde el roce entre las telas lo estaba matando.
-Tienes que mirarme, muñeca, abre los ojos… hey… mirame.
Mar abrió los ojos, pero tuvo que apoyar la frente en la suya porque aquella mano bajo sus bragas la estaba dejando si fuerzas.
-¿Quieres que pare? -preguntó acariciándola y se derritió cuando la vio abrir aquella boquita con un puchero silencioso y negar- ¿No? ¿No quieres… ¿Quieres más…?.
Mar se ancló a su boca con un gruñido desesperado mientras su cuerpo se convertía en un nervio, vibrante y sensible, porque no, ya no podía parar. No podía pero tampoco queria hacerlo. Un gemido se escapó de sus labios mientras él disfrutaba viendo cada una de sus reacciones. Sus dedos resbalaban sobre ella y sabía que no era por el agua. La sintió tensarse una y otra vez con aquel calor excitante quemando entre los dos, y la besó de nuevo mientras sus dedos iban penetrando profundamente en su interior hasta arrancarle un grito.
-Eso, nena, mírame… ¿está bien así? ¿Mmmm…? Tienes que decirme, nena, est…
Pero no había nada que decir porque el cerebro de Mar ya estaba desconectado para cualquier otra cosa que no fuera sentir. De sus labios escapó un gemido sordo y Alan la sintió apretarse contra su mano, moverse despacio, buscar más, desesperarse, jadear, gemir, tensarse, gritar… ¡Era el puto
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paraíso en un jacuzzi de dos por dos!
Los dedos de Mar eran puños entre su cabello mientras los suyos se perdían en su interior una y otra vez, sintiendo aquellas paredes duras y estrechas latiendo a su alrededor. Sentía que su bóxer iba a explotar, la mitad de aquel movimiento hacía que su miembro rozara ferozmente con la calidez de su trasero y Alan juraba que por primera vez en su vida sería capaz de correrse sin quitarse el maldito calzón… pero él no importaba, al menos no en ese momento en que Mar gemía sobre su boca buscando aquella liberación que estaba tan cerca… tan… cerca… tan…
-¡Alan! jadeó ella a un paso de un climax al que él la empujó violentamente, viéndola morderse los labios para no gritar.
Había tres meses de nada en aquel orgasmo y un mundo de miedo que desaparecía en un solo instante, con una sola sacudida de su cuerpo y un susurro en los labios de aquel hombre.
-Eso nena déjame verte… déjame vert…
Alan sentia que se derretia solo con verla. ¡Hermosa, era hermosa y hasta lindo se corría la condenada! Sintió su frente presionando despacio la suya, antes de que todo su cuerpo cediera y Mar apoyara aquella mejilla en su hombro. La abrazó entonces con esa ansiedad particular de quien quiere atesorar un momento en la memoria para siempre, hasta que la escuchó reír en su
oido.
-No mueras de sobreexcitación -susurró y él cerró los ojos riendo.
-Cállate, estoy a punto de que me salga un pollito.
-Lo sé–murmuró Mar porque podía sentir cada centímetro tenso y poderoso que rozaba contra su sexo–¿Quieres que te ayude con eso?
-No yo… yo puedo solito -respondió él.
-OK, y… emmm… ¿puedo quedarme a ver cómo puedes solito? -susurró Mar en su oido y dio un respingo cuando lo sintió latir contra ella. 2
Se bajó despacio, dejando solo una pierna enredada entre las suyas y lo acarició hasta verlo cerrar los ojos. Pero liberar aquel monstruo en particular ni siquiera era lo mejor, lo mejor era darse cuenta de que todo el terror que había esperado no había llegado nunca.
Lo observó entre la espuma y el agua, y todo lo que podía ver era aquella sonrisa y aquellos ojos claros; el resto de su cuerpo no era para mirarlo, era para comérselo. Lo acarició despacio, masturbándolo con una lentitud que lo volvía loco, pero no hacía falta más, porque él había estado
al borde desde hacía rato.
Alan gruñó bajo su boca a medida que su respiración se agitaba. Mar podia controlar el calor de aquella piel y la manera en la que él temblaba al sentir sus besos. Lo último que hubo entre los dos fue aquella mordida involuntaria que lo hizo estallar en un orgasmo mientras ella volvía a besar donde había mordido.
-Lo siento, lo siento, no me di cuenta… -sonrió Mar frotando su labio inferior mientras Alan se relajaba y tiraba de ella para abrazarla.
-No importa, no me voy a quejar para que me sigas mordiendo -susurró hundiendo la nariz en la curva de su cuello y durante un rato se quedaron así, abrazados y en silencio.
Luego Alan la envolvió en una toalla y ella fue a cambiarse como una sombra para no despertar a
Dejame verte
Mitch. Al día siguiente cuando abrió los ojos, tenía frente a ella dos caritas sonrientes.
-¿Quién quiere crepas de desayuno? -preguntó y Alan y Mitch levantaron las manos a la misma
vez-. ¡Niños!
Ninguno de los dos dijo ni una palabra sobre lo que había pasado la noche anterior, pero cada uno sonreía a su manera mientras el pequeño devoraba sus crepas sin enterarse de nada.
Lo dejaron en la guardería y luego se despidieron en el ascensor del hospital.
-Teléfono abierto le dijo Mar y Alan la sujetó de una mano antes de que saliera.
-Cuidate, esto no es más importante que tú, ¿de acuerdo?
Ella asintió y le dio un beso suave en la mejilla antes de irse, pero aunque sabía que debía tener cuidado, solo tenía en la cabeza cuántos otros pacientes como aquella niña que había salvado, quizás habían sido mal diagnosticados por culpa de las máquinas de laboratorio.
Mar se dirigió a su escritorio y comprobó que el Director Wayland todavía no había llegado. Abrió la puerta suavemente con el corazón golpeándole en el pecho, sabía que iba a encontrar la pantalla de la computadora encendida y ella tenía la contraseña porque una vez los técnicos de informática se la habían dejado. Sabía que era una mala idea estar ahí sin permiso, pero encontrar las órdenes de venta originales era prioritario.
Buscó desesperadamente en cada archivo con un nombre similar, pero antes de que pudiera encontrar algo la puerta se abrió y ella cerró las ventanas de inmediato. -Señorita Guerrero. ¿Qué está haciendo en mi oficina?
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