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CAPÍTULO 24. Adrenalina
Alan no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Las fotos de las máquinas para él no significaban nada, pero aquellas dos etiquetas superpuestas gritaban por sí solas.
-Esto es grave, Alan, muy grave. Alguien cambió las máquinas por otros modelos de marcas inferiores. Las etiquetas que ves abajo son de la manufactura original, y el hecho de que no tengan logo significa que son genéricas. El hospital ha estado recibiendo equipos de marca inferior–le comentó Mar, pero aquella no era precisamente la hipótesis que estaba en la cabeza del médico.
-No lo creo -murmuró Alan retrocediendo-. Hay algo más aquí, algo… El hospital siempre debería comprar los mejores equipos, eso significa trabajar con grandes productoras como Abbot, BD, Stryker, Medtronik, Terumo… Son marcas sólidas, ¿crees que se arriesgarían a enviar equipos de baja calidad, o a sustituir las máquinas de sus marcas por otras inferiores?
Mar se abrazó el cuerpo y suspiró pensativa.
-No, ¿verdad? -murmuró-. Entonces…
-Entonces es más probable que lo esté haciendo alguien del hospital -sentenció el médico- Alguien está autorizando la compra de equipos genéricos, y añadiendo las etiquetas con el logo de buenas compañías para engañarnos.
Mar se llevó una mano a la frente mientras caminaba de un lado a otro frente a él.
-Eso significa que el hospital debe estar pagando precios sin sentido por máquinas de baja
calidad -suspiró mientras una idea se iluminaba en su cabeza-. ¡Alan…!
-¡ESTÁN DESFALCANDO AL HOSPITAL! -exclamaron los dos al mismo tiempo, acercándose uno
al otro, y se quedaron allí, mirándose como si pudieran adivinar los pensamientos de cada uno.
Algo en el aire había cambiado y lo que había pasado entre los dos no se podía deshacer.
-Bueno, pero ¿quién pudo hacer esto? -murmuró Alan apartándose o de lo contrario terminaria de nuevo embobado mirando sus labios.
-No lo sé–contestó Mar con una mueca de preocupación-. Preston, tal vez algún contador… ¿ algún representante de suministros? Tenemos que investigarlo, Alan. Tienes que decirle al director Wayland…
Alan asintió con la cabeza y luego negó apurado.
-No, no. Nada de decirle a Wayland. Él puede estar implicado también -declaró.
-¿En serio? ¿Crees que él tenga que ver con esto? Digo, como se ve tan correcto -murmuró la
muchacha.
-Tú y yo mejor que nadie sabemos que las apariencias engañan, y desde que llegué te juro que Wayland me da mala espina, primero con el asunto de Lizetta y luego… Mira no tengo mucho instinto para las relaciones pero para todo lo demás sí que lo tengo. Es mejor si por el momento no le decimos nada a Wayland. (3
Mar asintió porque confiaba en él, no sabía cómo había llegado a esa certeza, pero ella que ya no confiaba en nadie, en ese instante confiaba en él.
-Está bien, en ese caso hay que trazarnos un plan, porque reunir evidencia de esto no va a ser sencillo -le dijo-. Lo primero es buscar las órdenes de compra originales para ver quién las firmó.
-¿Crees que puedan ser anteriores a Preston o Wayland? -le preguntó Alan, acercándose despacio.
-No lo creo, los equipos médicos y científicos tienen una media de vida útil de ocho años. De una manufactura barata, probablemente ni un tercio de eso. Así que esto no puede ser anterior a ellos – sentenció Mar-. Mañana me meteré a sus computadoras a ver qué puedo averiguar.
Alan asintió con un gesto lento y pensativo.
-Está bien, pero asegúrate de no ponerte en riesgo -le advirtió-. Ya le prometí a Preston que le cortaría los dedos y si se lo prometo a Wayland también, van a empezar a llamarme el Carnicero
del San Cristóbal Memorial. 3)
Los dos rieron divertidos hasta que Mar se dio cuenta.
-Espera ¿qué…? ¿Qué dijiste?
-Nada…
-Alan…
-Nop, yo no fui… -intentó escapar él.
-¡Alan Parker! -exclamó Mar poniéndose entre él y la puerta de modo que casi chocó con ella, y durante un largo minuto ninguno de los dos habló.
Se miraban con los ojos brillantes y sus labios a escasos centímetros de distancia. No sabían cuándo había empezado exactamente, pero aquella atracción se estaba desbordando, como si el único camino que quedara fuera acercarse y abrazarse, tocarse, besarse…
-Lo siento Mar, yo… -comenzó él buscando las palabras adecuadas pero no había-. Esto me está enloqueciendo. Es como si de repente hubiera despertado a una realidad donde yo soy tuyo y tú eres mía y… y no sé cuándo pasó pero no entiendo por qué no puede suceder… ¿Qué tan desquiciado sueno?
Mar cerró los ojos por un instante y asintió.
-Mucho, pero te entiendo porque creo que me siento igual. Un día estaba a punto de escupir en tu café y ahora de repente estoy… Pero no puedo hacerlo. No estoy lista para…
-Para confiar en nadie todavía -entendió Alan-. ¿Al menos quieres quedarte hasta que estés
lista?
-¿Eh…?
Al menos quieres intentarlo? -preguntó Alan pegándose despacio a su cuerpo y Mar pudo sentir su calor envolviéndola-. ¿Quieres quedarte aquí y dejar de fingir que estamos teniendo algo, mientras lo que sea que deba pasar entre tú y yo pase de verdad?
Mar tragó saliva. Era pronto, era demasiado pronto
-Alan… no estoy segura -respondió con sinceridad y él asintió.
No era del tipo de hombres que forzaban nada, así que abrió la puerta despacio y se inclinó para darle un beso en la mejilla.
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-Mejor voy por Mitch entonces, tú y yo definitivamente necesitamos un mediador para que esto no se descontrole -aseguró y poco después regresaba con el pequeño, directo a bañarse y a jugar a los trenecitos.
Precisamente en eso estaba cuando recibió aquella llamada.
“Querido mejor amigo: espero que la vida de gobernado te vaya bien, pero si pudieras salir aunque sea un rato a beber conmigo te lo agradecería profundamente“, escuchó en tono gracioso al otro
lado de la línea.
-De hecho, querido mejor amigo, eso sería fantástico, Mar necesita espacio y yo también. Pasa por mí a las nueve -respondió Alan remedándolo y se echó a reír.
Esa noche se aseguró de inventar un buen cuento que dejara a Mitch rendido a las ocho y luego fue a arreglarse. Mar estaba haciendo un chocolate en la cocina cuando lo vio bajar la escalera y sintió que su corazón se detenía. Se veia absurdamente guapo con aquella camisa blanca arremangada hasta los codos. Todo en él gritaba “sexy” y era evidente que iba a salir, así que se abstuvo de preguntarlo porque sabía que no tenía derecho.
-Muñeca, voy a ir con Gus a ver un partido o algo le dijo con suavidad-. Mi teléfono está abierto, cualquier cosa que necesites llámame de inmediato, voy a estar a menos de cinco minutos. ¿De
acuerdo? 4
Ella asintió en silencio y cuando la puerta se cerró notó aquel repunte de celos al que tampoco tenía derecho, porque después de todo ella había sido la primera en decir que no estaba segura.
Se metió en la cama e intentó dormir, pero su cerebro traidor solo podía pensar en qué exactamente estaba haciendo él. ¿Viendo un partido? ¿En serio?
Y la respuesta era “Sí“. Gus lo llevó a uno de sus bares favoritos y estuvieron viendo un partido de la NBA hasta que Gus se dio cuenta de lo inquieto que estaba.
-¿Ya me vas a decir qué te pasa, o te regaña tu mujer si me lo dices?
-¡No seas baboso, no es mi mujer! -rezongó Alan.
-¡Y ese es el problema! ¿A que sí? (3)
Alan se quedó en silencio por un minuto y luego asintió.
-Supongo que tengo miedo de que tengas razón, ¿y si solo le estoy intentando curar las alas?… Pero Gus, ¡es que nunca me había sentido así!
-¿Enamorado?
-¡Desesperado! ¡Parezco perro con pulgas! ¡No sé lo que hago! Digo… las relaciones tienen una progresión natural ¿no? Conoces a alguien, la invitas a citas, se conocen, se gustan, se hacen novios… ¿Me explico?
-¿Y con Mar no es así?
-Con Mar quiero saltarme todas esas estupideces y pasar directamente al “despiértate conmigo para siempre“. “¡Déjame oírte roncar!” “Intoxicame con tu comida mala…!” 4
-Ella cocina bien.
-Cierto, punto a favor… ¿Pero entiendes? -Alan negó sin entenderse ni él mismo-. ¿Crees en las
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almas gemelas?.
Gus suspiró.
-Mira, con tu suerte yo te diría que te olvides de las almas gemelas y te agarres a la primera alma en pena que te pase por delante… -murmuró-. Solo háblale de frente a Mar. Define lo que quieres y díselo. Las madres no pueden darse el lujo de esperar a que un hombre averigüe lo que siente. Sil no lo sabes ya, estás jodido. 6
Alan asintió con resignación y le palmeó el hombro.
-Sí, creo que sé lo que quiero, el problema es que ella lo s…
Sin embargo no pudo terminar de hablar. Desde el frente del bar les llegaron los gritos de alguien
pidiendo un médico y los dos corrieron hacia allá.
-¡Lo asaltaron… está herido! -lloraba una chica y Alan y Gus se pusieron a trabajar de inmediato
sobre el hombre herido.
-Tú, llama al 911 -le ordenó Gus a uno de los curiosos y luego se giró hacia Alan- ¿Qué tenemos?
-Herida punzante en el abdomen… hay mucha sangre, creo que alcanzó un órgano…
Habían estado frente a muchos casos de urgencia como aquel, así que los escasos tres minutos que tardó la ambulancia en llegar lograron mantener al hombre vivo, aunque terminaron perdidos
de sangre.
-Excelente final para la noche -rumió Alan-. Por dios llévame a casa.
Gus pensaba lo mismo así que cinco minutos después lo dejaba en su casa y Alan subió la escalera intentando no hacer ruido, solo para encontrarse la figura espantada de Mar frente a la chimenea.
-¡Alan! ¡Por dios, qué pasó! ¡Alan…!
Mar sintió que el corazón se le caía a los pies al ver aquella camisa manchada de sangre y corrió hacia él con las lágrimas al borde de los ojos, confundida y aterrada.
-¿Qué pasó? ¡Mírame, dime qué pasó! -preguntó con una desesperación que hizo saltar también el corazón de Alan. No importaba cuánto lo disimulara, ella también sentía cosas por él.
-No es mía, nena. Cálmate -le pidió con suavidad, sujetando sus manos que intentaban tocarlo hasta encontrar la herida-. No es mía. Asaltaron a un hombre, lo hirieron, Gus y yo lo mantuvimos vivo hasta que llegó la ambulancia, pero no es mía la sangre, cálmate.
Mar suspiró aliviada y no le importó que estuviera todo sucio, solo se abrazó a su cintura y escondió la cabeza en su pecho por un minuto perfecto hasta que escucharon a Mitch despertar.
¡Dios, Mitch no te puede ver así, Alan!
-¡Al baño al baño…!–se apuró él sabiendo que el nene se aterrorizaría si lo veía lleno de sangre.
-¡Ei jacuzzi tiene agua…!
-¡Los zapatos…!
-¡Déjatelos…!
-¡No, que se me salen…!
-¡Espérate…!
-¿Mami?
-¡Ah!
Mar se resbaló con el suelo mojado y se fue de bruces sobre la bañera, en la que por suerte Alan fue lo bastante rápido para atraparla.
-¿Mami?
-Hola mi amor… ¿qué haces despierto? -le preguntó ella y el niño pestañeó despacio, medio dormido.
-¿O tá Pika–pi?
-Aquí, campeón, aquí estoy. Pika–pi se está bañando para dormir. Ya voy a hacerte otro cuento, ¿ vale?
-OK… -murmuró Mitch pero por la carita que llevaba, apenas puso la cabeza de nuevo en la almohada lo escucharon roncar.
-¿Quién dijo que tener hijos es aburrido? -se rio Alan-. ¡Si estoy generando más adrenalina que un adolescente calenturiento escapado del internado! 5
Pero cuando miró a Mar toda empapada junto a él, supo que todavía había una adrenalina más fuerte que esa.