4/5
से
CAPÍTULO 23. El fauno que se tiraba a las ninfas
Alan sintió un nudo tan pesado en el estómago, como si aquello que solo era una suposición de su parte, se hubiera convertido de repente en una realidad que lo abofeteaba en el rostro. Desde que Michael había insinuado que él podía convertirse en un monstruo, Alan había imaginado que quien fuera que los hubiera lastimado, tenía que ser alguien cercano a Mar que solía hacer demostraciones de afecto frente al niño. Sin embargo escucharlo decir que había sido su papá, definitivamente era algo que volvia real la pesadilla, y sobre todo sabía que no estaba mintiendo en
eso.
Se despidió de Michael con la mayor ecuanimidad que pudo y se dirigió al hospital, dispuesto a perder la poca calma que le quedaba. 1
Mar estaba en ese momento dentro del laboratorio, hablando con el especialista que había llegado para revisar los equipos. Se detuvo frente a los cristales y pasó los siguientes diez minutos caminando de un lado a otro, esperando a que ella terminara porque le urgía hablarle.
Tan obcecado estaba que no pudo advertir a las enfermeras que cuchicheaban desde la estación
cercana.
-¡Estos celos me hacen daño me enloquecen…! -cantó una y las otras rieron. 4
-Jamás había visto a un hombre celoso que fuera tan sexy–dijo otra. 2
-Pues yo no veo que Mar esté coqueteando con el técnico, más bien parece concentrada en la
máquina.
-¡Pues debe estar bien enamorada del doctor Parker porque con lo bueno que está el técnico yo me aprovecharia de él encima de la máquina!
Pero la verdad era que si el tipo era un galán o un galón, Alan ni siquiera se había dado cuenta, porque lo único que podía hacer en aquel momento era escudriñar en el rostro de Mar, intentando encontrar aquellos indicios de que todo era una maldit@ pesadilla.
Apenas ella salió del laboratorio, dejando al especialista para que hiciera su trabajo, la primera persona con la que se encontró fue el médico.
-¿Alan? -murmuró al ver su expresión descompuesta-. ¿¿Pasa alg…?
Pero no pudo terminar de hablar, porque él la agarró de la mano sin decir una palabra y la arrastró con rapidez a su consultorio. Cerró la puerta con seguro para que nadie pudiera molestarlos y se mesó los cabellos intentando encontrar palabras que no sonaran demasiado intrusivas.
-Alan ¿qué está pasando…?
-¿Qué les hizo? -preguntó él por fin y ante la mirada de incomprensión de Mar añadió. El padre de Michael, ¿qué les hizo?
Mar se puso pálida y retrocedió hasta topar con la pared.
-¿Cómo… cómo sabes…?
-Mitch me dijo.
Mar ahogó un grito cubriéndose la boca con las manos, y las lágrimas saltaron en sus ojos.
1/4
-No puede ser, él…
-Dice que el monstruo es su papá, Mar. ¿Está mintiendo? -la increpó Alan y ella cerró los ojos
antes de negar.
-Pero me dijeron que no lo recordaría, es tan chiquito… -sollozó.
El médico apretó los puños intentando controlarse y miró al techo mientras sentía que cada uno de sus músculos se tensaba hasta el odio.
-¿Qué le hizo a Mitch? -siseó.
-¡Nada! ¡Te lo juro, a Mitch no le hizo nada, tendría que haber pasado sobre mi cadáver! -estalló
ella.
-Pero a ti si ¿verdad? A ti si te hizo. Y con eso fue más que suficiente..
-Alan…
-Mitch no ha dejado de mencionarlo desde que te enfermaste. ¡Lo que sea que pasó lo recuerda muy bien, lo tiene muy presente, Mar…! -siseó furioso y lleno de impotencia porque ni siquiera podía imaginarlo-. ¿Qué fue lo que pasó? 2
Mar tomó una larga inspiración mientras su barbilla temblaba por el llanto y luego se encogió de
hombros.
-Tenía otra familia de la que yo no sabía nada -murmuró finalmente y Alan sintió que se paralizaba—. Estaba casado con una mujer y tenía un hijo casi de la misma edad de Michael. Cuando me enteré intenté dejarlo… y él trató de quitarme a mi hijo.
El silencio entre los dos fue casi doloroso, sobre todo porque por más que Alan buscara su mirada, la de Mar estaba clavada en el suelo y llena de vergüenza.
-Y eso no fue lo único que pasó, ¿verdad?
Ella apretó los dientes con un gruñido y se limpió la cara.
-Lo demás es privado, Alan. Tú no quieres saberlo y yo no quiero contarlo, dejémoslo ahí.
Pero algo en los ojos de Alan Parker le decía que ya no podía dejar pasar nada.
-¡Maldición, debí ser un puto esclavista en mi vida anterior o algo así, porque de que estoy pagando… demonios, estoy pagando! -espetó con los dientes apretados y se apoyó en la mesa con
frustración. (4)
-Alan… esto no tiene nada que ver contigo…
-¡Claro que tiene que ver conmigo! ¡Porque lo que ni siquiera sé me está matando, Mar! Porque la gente que quiero siempre está lastimada, porque… Tiró de su blusa y la acercó a él con tanta fuerza que el cuerpecito de Mar se estampó contra su pecho-. Porque… cuando me muera por besarte y tú me digas que está mal yo no voy a saber… no voy a saber si es por mi o por…
Pero aunque no podía saberlo sus ojos estaban clavados sobre aquella boca y su respiración, pesada y vibrante, era un indicio de que hacía hasta lo imposible por no perder el control.
—A… Alan…
Y entonces se perdió. Control. Tacto. Criterio. Sentido común. Todo se perdió.
Los brazos de Alan se cerraron alrededor de Mar como si tuviera miedo de que fuera a desaparecer, y atacó sus labios con una urgencia única y perfecta, sintiendo cómo se abrían para recibir los suyos. Devoró su boca con ansiedad, deslizándose contra ella con hambre contenida. Aquel beso era una mezcla abrasadora de ternura, necesidad y deseo; sus lenguas bailaban a un ritmo seductor y las manos de Alan se deslizaron por su espalda hasta llegar a sus caderas, levantándola con fuerza mientras su cuerpo vibraba de deseo.
El corazón de Mar latía en su pecho como si estuviera intentando salirse. En el borde de aquel escritorio y con Alan apretado contra ella, por un segundo todo el dolor que había sentido hasta ese instante desapareció. Lo dejó tomar el control sobre cada gramo de voluntad que le quedaba y respondió a ese beso como si fuera una droga, perdiéndose en el segundo de satisfacción y plenitud que le daba… hasta que escuchó aquel gemido entrecortado saliendo de su propia boca.
-Alan…
-¡Por dios, no me digas que esto está mal… no me lo digas…! -suplicó y Mar negó, intentando respirar despacio antes de levantar la cabeza y mirarlo.
-No puedo decirlo pero… Alan… ¿qué estamos haciendo? Tú y yo tenemos… un trato o… ¿algo más? Esto… Alan tengo un niño que ya está lo suficientemente lastimado como para que yo lo confunda más. Y tú y yo, nos acabamos de conocer…
3
Él dio un paso atrás, intentando recuperar el control sobre sí mismo y asintió.
-Tienes razón, no sabemos nada uno del otro. Pero hay algo aquí ¿verdad? ¿O solo soy yo que me lo estoy imaginando? -Frunció el ceño preocupado y luego volvió a acercarse, apoyando su frente en la de Mar-. Necesito saberlo, por favor. No puedo volver a equivocarme. Esto… esto que me está quemando ahora mismo… ¿solo me pasa a mí?
A Mar le temblaron los labios mientras buscaba las palabras correctas, pero no las había. Como tampoco necesitaban nombres ni etiquetas, solo saciar aquel deseo que los consumía.
-No podemos lastimar a Mitch… -murmuró ella bajando del escritorio-. Lo siento, no puedo… Alcanzó la puerta tan rápido como pudo y se marchó de allí mientras Alan se dejaba caer en una
silla.
-¡Ya sé, era el fauno que se tiraba a todas las ninfas! -suspiró-. Seguro fue eso. (5)
Pasó las siguientes tres horas intentando olvidar lo miserable que se sentía y para la hora del almuerzo pasó por Mar para llevarla a casa, porque no le había mentido al decir que todavía no estaba del todo recuperada y debía seguir cuidándose; pero cuando pasó al laboratorio advirtió su expresión contrariada.
-Sí… si claro. Espero sus informen en la noche, por favor páselos directamente a mi correo y al del doctor Parker. Le agradezco -le decía al especialista.
Alan le dio espacio para llegar a él y cuando Mar lo tomó de la manga y lo arrastró a un rincón, quedando los dos muy cerca, comprendió que su incomodidad no era con él.
-¿Qué pasó?
-Creo… creo que encontramos algo extraño con las máquinas, pero no te puedo decir aquí – susurró ella.
3/4
-Vamos a casa entonces -respondió Alan sonriéndole por lo bajo, como si estuvieran hablando de
otra cosa.
Cinco minutos después estaban en carretera y en quince entraban por la puerta de la casa.
-¡Ven, apúrate! -lo apresuró Mar corriendo hasta su despacho y conectando su teléfono a la computadora para mostrarle las fotos que había tomado.
Alan se paró tras ella y los dos estaban tan concentrados que ni siquiera se dieron cuenta de lo cerca que estaban.
-¿Qué estoy viendo? -preguntó él rodeándola con sus brazos para alcanzar el mouse y correr las fotos. Parecían un par de etiquetas, una un poco corrida sobre otra-. Mar… ¡Maldición! ¡¿Eso es lo
que creo que es?!
-No–susurró ella-. Es peor. Mucho peor.
Today’s Bonus Offer