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CAPÍTULO 22. El nombre del monstruo
Alan sintió que Mar estaba a punto de echarse a temblar. Sus colegas estaban riendo emocionados y la verdad los creía bastante capaces de ponerse a animarlos para que se besaran; así que antes de que las cosas se pusieran peor, se inclinó hacia ella con una sonrisa nerviosa y le dio un beso rápido y sorpresivo en los labios.
Un segundo. Solo duró un segundo, como besito de adolescente que los hizo dar un respingo cuando aquella electricidad pareció sacudirlos a los dos. Alan contuvo el aliento, los labios de Mar se sentian extremadamente suaves a pesar de ser fugaces. Por desgracia fue más que suficiente para provocar un grito detrás de ellos.
-¡Lalan! -La voz de Michael estaba llena de reproche y cuando Alan lo miró se dio cuenta de que
aquel puchero estaba a punto de convertirse en lágrimas.
-Mitch… Pero no hubo forma de explicarle porque el niño salió corriendo hacia la parte trasera del escenario-. ¡Mitch! -gritó y luego se giró hacia Mar-. Yo me encargo, ya vuelvo.
Alan corrió tras el pequeño y Mar sintió que su pecho se estrujaba.
-Lo lamento, es que Mitch no está acostumbrado a ver esas cosas todavía entre nosotros -se dísculpó con sus amigos, pero ellos entendían, porque todos sabían que el niño no era hijo de Alan y esas cosas tomaban su tiempo.
Alan, por su parte, buscaba a Michael desesperado por todo el teatro, llamándolo hasta que finalmente lo encontró en uno de los camerinos, sentado con la espaldita pegada a la pared y las rodillas abrazadas. Su carita seguía pintada de los colores del disfraz, pero había una preocupación y una tristeza en ella que le rompió a Alan el corazón. 2
-Oye campeón, ¿qué sucede? ¿Qué es lo que pasa?
Se sentó en el suelo junto a él y el niño lo miró un momento.
-Lalan besa la mami… -murmuró.
-¿Y eso es malo? Tú también le das besitos a la mami porque la quieres mucho ¿no? -intentó entenderlo el médico.
-Sí, pelo yo no so mostgo… -rezongó Michael cruzando los brazos. (3)
-¿Y crees que yo soy un monstruo, campeón?
-Va sé, si besa la mami te va covelti en mostgo.
Alan respiró profundo. “Joder, la historia original no era así, el sapo acababa en príncipe, no al revés“, pensó.
-Pero es que yo soy un monstruo bueno, ¿recuerdas? -le dijo-. Yo solo me hago Pika–pi para cuidar a la mami. Así que yo puedo darle muchos besitos sin que pase nada. Igual que tú. Y siempre que estén con Pika–pi van a estar a salvo. Siempre, campeón, te lo prometo.
Michael arrugó el ceño durante un rato como si estuviera valorando aquella posibilidad y luego
asintió.
-OK… pelo yo te milo así… así… -dijo tocándose un ojito con insistencia.
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-¿Me vas a vigilar?-intentó comprenderlo Alan.
-Te vo a vig… vili… gilo… ¡te milo asi así! -exclamó Michael tocándose ahora los dos ojitos porque no podia pronunciar aquella palabra.
-De acuerdo campeón. Está bien si quieres vigilarme, pero primero un abrazo grande y vamos con la mami para que no llore por ti, ¿está bien?
Michael le echó los brazos al cuello y se dejó cargar mientras Alan lo llevaba de regreso con su mamá. Mar lo abrazó con fuerza apenas lo vio, y se despidieron de sus amigos.
-Alan yo… creo que será mejor que nosotros nos vayamos a nuestro departamento -murmuró Mar una vez subieron al auto y él la miró aturdido.
-¿Qué…? ¿Por qué?
-Porque todo esto está confundiendo a Michael. Mira cómo escapó cuando nos vio juntos…
-No escapó por vernos juntos replicó él-. Escapó porque cree que me convertiré en monstruo si te beso.
Por un instante Mar se puso pálida y él se dio cuenta. 1
-Entiendo… por eso mismo, será mejor si volvemos a la normalidad. Por favor llévanos a nuestro departamento.
Él apretó los dientes con un gesto frustración, pero no podía imponérsele a Mar aunque en el fondo de su corazón sintiera que no era lo correcto que se quedaran solos. Condujo en silencio hasta la dirección que ella le dio, pero apenas estacionaron frente al edificio cuando Michael se acercó a la ventana con un puchero.
-¡No mami! -retrocedió negándose a salir.
-¿Qué…? Pero Mitch…
-Mami yo milo así así a Pika–pi. ¡Nooooooo! -Atropelló todo dentro del auto para salir por la puerta del conductor directo a los brazos de Alan–Yo lo milo, mami, que no sé mostgo. ¡Po
favoooooo00! (4
Mar miró a Alan aturdida.
-Está bien, campeón, tranquilo, sí puedes vigilarme todo lo que quieras le dijo dándole a Mar una mirada sugerente- ¿Quieres vigilarme esta noche?
El niño asintió con firmeza y Alan se encogió de hombros mientras Mar se resignaba a entrar al auto. Media hora después llegaban a la casa y Mar metía a Michael a bañarse para quitarle toda la pintura. Salió enfundado en su pijamita y se sentó junto a Alan a esperar a que su mami se bañara.
Mar los miró con curiosidad cuando salió y se dio cuenta de que Alan llevaba de nuevo su traje de Pikachu, que parecía calmar mucho a su hijo.
-¡Yo lo milo, mami! ¡Besito! -dijo el niño poniéndose los puños en las caderas.
-¿Eh…? ¿Quieres…?
-¡Besito! -ordenó Michael y Alan llegó junto a ella.
-Creo que quiere asegurarse de que tus besitos no me convertirán en monstruo -murmuró por lo
bajo.
-¡Ah! -susurró Mar- ¿Entonces… un… besito?
Los dos miraron a Michael, que parecía decidido y Mar se giró hacia Alan, poniéndose de puntillas para darle un beso fugaz. Su respiración se cortó por un instante y estaba a punto de rascarse la nuca con nerviosismo cuando vio la expresión de su hijo.
-¡Esto besitos! -indicó levantando tres dedos de una manita. 3
-Creo… parece que uno no es suficiente para comprobar… -murmuró él. 4
-Bueno… Mar sintió las manos de Alan alrededor de su cintura, tirando de ella para unir sus labios en un beso suave y lento. Parecía apenas un roce, pero no era ahí donde la magia estaba pasando.
La boca de Mar era dulce y cálida, húmeda y coqueta, pero con su pecho pegado al suyo, él podía sentir aquel aliento entrecortado que lo estaba volviendo loco.
—Listo —murmuró Mar pasando saliva, pero Michael levantó un dedito acusador.
-¡Fata este! -rezongó.
-No sabía que sabía contar -susurró Alan. (2)
-Yo tampoco.
-¡Mami!…
-Ya, ya va…
Estaban tan cerca que Mar podía saborear su aliento y sentir los latidos de su corazón. La boca de Alan bajó sobre la suya una última vez y la besó con una ternura salvaje, abrazándola mientras aquel deseo de seguir los consumía a los dos, y aunque parecieron infinitos, solo fueron segundos. Segundos veloces que los dejaron con las miradas perdidas y los corazones acelerados.
Mar tenía la vista clavada en el suelo mientras retrocedía. Aquello era mil veces más de lo que
había sentido en los últimos meses, como si su mente y su cuerpo hubieran estado en pausa,
aletargados.
-Bueno, campeón, ¿ves que no pasa nada? -le preguntó Alan para salir de aquel momento
incómodo.
-¡Yo te milo así! -replicó el niño y fue derechito a tomar una almohada que puso en la alfombra justo del lado de la cama de Mar-. ¡Así así, Pika–pi!
Alan se encogió de hombros mientras ella hacía un puchero, pero con la mejor disposición se acostó a dormir en la alfombra mientras Michael se asomaba cada cinco minutos para asegurarse de que no se hubiera transformado.
Una hora después, cuando por fin se quedó dormido, Mar se deslizó de la cama y se sentó junto a él
en el suelo..
-Ya se durmió, puedes subir le dijo.
-No, quiero quedarme aquí -murmuró Alan-. Deja que me vigile esta noche, así se va a sentir
más seguro. (1)
Mar sintió que el corazón se le desbocaba en el pecho mientras lo miraba. Cuatro besos y ninguno había sido suficiente. No sabía qué le pasaba con Alan, solo que aquella deliciosa energía que creía haber perdido para siempre estaba en él, llamándola, buscándola…
-Gracias por hacer esto. Sé que tenemos un acuerdo pero no creo que incluyera que durmieras en
el suelo.
-La verdad creo que no especificamos todo lo que iba a incluir, pero somos buenos improvisando – sonrió Alan-. Aunque quizás… quizás no tan buenos. Si nos volvemos a besar así delante de la gente no engañaremos ni a la que hace el café de la junta directiva.
Mar hizo una mueca y se cubrió la cara.
-¡Lo siento, no me puedo concentrar con gente mirando!
-¿Y sin gente mirando? -preguntó él y ella sintió que dejaba de respirar de nuevo cuando tiró de su mano para hacerla caer sobre la alfombra-. Sin gente mirando… ¿crees que… crees…? 2
Pero realmente era imposible decir más. La tentación los estaba consumiendo y Alan devoró la boca de Mar con una necesidad feroz. Su lengua se enredó con la pequeña lengua de la muchacha, buscando aquella misma electricidad en ella. La energía que fluía entre los dos era abrumadora, y Mar enterró sus manos en el cabello de Alan, sintiendo su peso mientras él la hacía estremecer con cada roce. Había hambre y ternura allí, el ritmo de sus respiraciones aumentaba conforme sus labios se encontraban y se separaban una y otra vez, buscándose a la vez que intentaban terminar con aquel pequeño arrebato.
Y todo iba bien, todo era perfecto hasta que una de las manos de Alan se desprendió de su cadera para acariciar su espalda y Mar saltó como un resorte.
-No… espera… no… no deberíamos estar haciendo esto… no está bien.
Se levantó precipitadamente y se subió a la cama, acurrucándose junto a Michael, y él se quedó mirando al techo, luchando contra todas aquellas sensaciones que recorrían su cuerpo, porque no tenía ni idea de en qué momento había empezado a necesitar tanto aquellos labios.
Lo primero que hizo Michael al día siguiente fue asomarse al borde de la cama para ver a Alan durmiendo allá abajo.
-¡Pika–pi! -exclamó abrazándolo y Alan sonrió.
Para ese momento ya Mar estaba perfectamente arreglada para ir a trabajar y él la miró sorprendido.
-¿Vas a ir al hospital? Mar, todavía no estás del todo bien… -se preocupó.
-Solo un ratito, pero tengo que ir porque llamaron de la empresa que nos va a revisar las máquinas del laboratorio y ya enviaron a un técnico. No puedo faltar.
Alan asintió conforme y se arregló de inmediato mientras ella hacía llamada tras llamada asegurándose de que le dieran acceso al especialista.
-¿Sabes qué? Mejor te dejo en el hospital y llevo yo a Mitch a la guardería -decidió él y estacionó brevemente para que ella se bajara en el hospital.
-¡Pórtate bien, mi amor, te quiero mucho! -se despidió Mar de su hijo y poco después Alan bajaba al pequeño en la puerta del jardín de niños.